En estos días, las noticias nos han saturado con las elecciones de estados Unidos, aunque en realidad a nosotros ni siquiera nos atañe directamente, pero sí, sin duda colateralmente, porque sigue vigente algo que hace tiempo alguien se aventuró a decir:“¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!”Lo interesante es que la admiración hacia el vecino país es gratuita y, -casi me atrevería a decirlo:- muy general.Y que no me cuestionen, porque yo también he ido tres veces a Washington, dos a Nueva York y una vez a Boston, y también a Los Ángeles…Lo que me sorprende es que toda nuestra atracción al país vecinos no se funda en expresiones culturales, ya que México le supera ampliamente, ni se basa en historia, que también en este rubro llevamos amplia ventaja…En fin, los ejemplos que de los ciudadanos de este país recibimos a lo largo del tiempo, son más malos que buenos, y no es el caso de enumerarlos en este momento.Bástenos mirar los hechos recientes para darnos cuenta de que hasta nuestros chamacos más desfavorecidos, que habitan los barrios más bajos, a la hora de jugar, saben ganar y saben perder…Pero un berrinche de tal magnitud en personas de altos niveles, no merece admiración y menos aún es un hecho glorioso como para servir de ejemplo.Ahora bien, lo interesante a reflexionar en estos momentos, es la actitud personal de cada uno de nosotros en esos rubros de “ganar y/o perder. Porque cuando traemos “algo” en juego, no hay más opciones: o ganamos o perdemos. Y ciertamente, cualquiera de las dos cosas que nos toque vivir, se requiere hacerlo con elegancia, con un buen nivel de personalidad.Desde luego que a nadie le gusta perder, pero si le entraste al baile, no queda más remedio que bailar, y sin discusiones uno de los dos sones son los que va a tocar a cada una de las partes implicadas.En fin, en estos temas también se implica otra actitud que no es precisamente fácil, y que se llama “perdón”.Esto de perdonar también es una pérdida, pero cuando perdonamos eso se vuelve una ganancia que automáticamente se convierte en “tesoro”.Por eso no hay que temer ni a las pérdidas, ni al perdón. Recordemos que perdonar no es humano, es divino, precisamente por la gracia que trae consigo y el beneficio íntimo y personal que reporta a quien lo vive sinceramente en lo más íntimo de su ser.Quien no sabe perder, no sabrá perdonar y en la forma más inconsciente cierra las compuertas a raudales de beneficios que podrían llegarle o caerle del cielo.Ánimo pues, lo que nos parece humanamente difícil es posible si lo pedimos a Dios con fe. El nos dará la gracia para ser siempre más y mejores.