Ronaldinho se ha despedido del futbol, pero el futbol no le dirá nunca adiós al brasileño, cuyo legado rebasa lo que es posible describir con números.Sí, “Dinho” es el único jugador que ha ganado los seis trofeos más importantes del planeta (Mundial, Copa América, Copa Libertadores, Copa Confederaciones, Champions League y Balón de Oro), pero lo que nos ha regalado es más que eso: nos deja episodios que nos hacen sospechar que la magia realmente existe, al menos en una cancha de futbol.Primer acto: 20 de junio de 1999, Final del campeonato Gaúcho de Brasil. Se enfrentan el Internacional y el Gremio. Tras jugar dos partidos de la serie de tres, al Gremio le basta un empate para adjudicarse el título, pero hará mucho más que eso.El número 10 del Gremio le da al ocho del Internacional una lección que pasa a la historia. Quien porta el dorsal 10 es un muchacho delgado, de pelo corto y articulaciones que parecen de goma. Es Ronaldo de Assis Moreira, tiene 19 años, lo llaman “Ronaldinho”.Con una finta inverosímil, el joven pasa la pierna derecha por detrás de la izquierda y golpea el balón para dejar atrás al número ocho. Más tarde, cuando el mediocampista busca con decisión una pelota, Ronaldinho le pone un “sombrerito” que lo deja atrás con una expresión atónita en la cara.El número ocho del Internacional no es cualquier jugador. Se trata de Carlos Caetano Bledorn, mejor conocido como “Dunga”, capitán de la Selección brasileña campeona en 1994. Su aire impotente esa noche de 1999 es un anuncio: ha nacido una figura del futbol mundial.Segundo acto: 21 de junio de 2002, Cuartos de Final de la Copa del Mundo que se celebra en Corea y Japón.Se juega el minuto 50 del partido que Inglaterra y Brasil empatan 1-1. Paul Scholes comete una falta a aproximadamente 30 metros de su portería. Ronaldinho, que ahora juega para el París Saint-Germain y lleva el pelo largo, toma el esférico. Todo mundo espera un centro al área, pero del pie derecho del gaúcho sale un balón encantado que techa al portero David Seaman y se introduce en la portería.Hay que verlo para creerlo, aunque tal vez ni siquiera eso sea suficiente. Seaman lo vio en vivo y la grabación muestra que no comprende el gol que acaba de recibir. A 15 años de distancia, el experimentado portero todavía se asombra ante el prodigio.“Hasta el día de hoy, veo ese gol en la televisión y espero que el balón no vaya a entrar”, comenta el portero.Brasil llegará hasta la Final y conquistará su quinta Copa del Mundo, en parte gracias a la magia del “Bruxo”.Tercer acto: 19 de noviembre de 2005, Clásico Real Madrid-Barcelona, Estadio Santiago Bernabéu.Ahora el gaúcho juega para el Barcelona. El director técnico de los blaugranas es Frank Rijkaard. En la defensa alinea Rafael Márquez. Un joven de nombre Lionel Messi juega su primer Clásico español.Samuel Eto’o abrió el marcador para los catalanes al 15’ y “Dinho” hizo el 2-0 al 59’, pero todavía no es suficiente. Al 77’ el brasileño arranca por la izquierda, desde el medio campo y deja atrás a Ramos como si fuera un niño. Con un toque casual vence a Iker Casillas y pone el 3-0 definitivo.Casillas mira al vacío y menea la cabeza con una expresión que recuerda las de “Dunga” y Seaman, con una especie de indignación hacia las leyes de la física, que se vuelven tan dóciles cuando las invoca ese brasileño que parece no poder dejar de sonreír.El público del Bernabéu, con sus bufandas blancas al cuello, se pone de pie y aplaude. La más grande rivalidad del futbol, que parece irreconciliable, se disuelve por unos minutos y se convierte en asombro, reverencia ante la alegría de crear.Esa sí que es magia.