Viernes, 29 de Noviembre 2024

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Rompimiento: Uribe a Morena

Por: Jorge O. Navarro

Rompimiento: Uribe a Morena

Rompimiento: Uribe a Morena

Empecemos con una pregunta: ¿Qué conexión existe entre Marcelo Ebrard Casaubón y Alberto Uribe Camacho? Aparentemente ninguna, pero este jueves el ex jefe de gobierno de la Ciudad de México es esperado en Guadalajara, como operador designado por Andrés Manuel López Obrador, para presentar públicamente al presidente municipal de Tlajomulco como nuevo integrante del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

El suceso alcanza una notable dimensión política, particularmente en Jalisco.

Apenas ayer en Palestra 20 expusimos las diferencias entre Enrique Alfaro Ramírez y uno de sus allegados más notables, Alberto Uribe, y los riesgos evidentes de un quiebre que terminó por ocurrir.

Cualquier cantidad de personas se enteraron a lo largo de los últimos dos años, de boca del propio alcalde de Tlajomulco, de la distancia que insistió en marcar entre él y Alfaro; de cómo subrayó siempre su propia visión de la administración pública y su independencia al momento de tomar decisiones de gobierno. Ambos habían preparado, involuntariamente quizá, las condiciones para su alejamiento definitivo, pero Enrique Alfaro, que busca la gubernatura de Jalisco, jamás pensó que su coordinador de campaña renunciaría al acuerdo político que tan exitoso ha sido, para pasarse a las filas de otro partido y presentar competencia.

¿Qué le espera a Uribe Camacho en las filas de Morena? Las especulaciones pasan de las propuestas razonables a las conjeturas más descabelladas: ser diputado local y coordinador de una eventual bancada de Morena; competir por la alcaldía de Guadalajara —escenario que pondría a temblar, literalmente, a Ismael del Toro (MC) y a Eduardo Almaguer (PRI)— o bien, competir por un escaño en el Senado, lo cual significa un enfrentamiento directo (y complicado) con Pedro Kumamoto Aguilar.

Cualquiera que sea la determinación, el impacto ya ocurrió: Enrique Alfaro no pudo recomponer su relación con Uribe y no sólo pierde un cuadro valioso, sino que además se queda sin coordinador de campaña.

Tanto Uribe como Alfaro evitan comentar lo ocurrido. Quizá pronto revelen qué sucedió, qué propició un quiebre tan profundo en un momento tan inoportuno, pero ahora quedan canceladas algunas posibilidades tan a la mano como la de ser gobernador y secretario general de Gobierno.

Seguramente, sobre todo en medio de una campaña política que será álgida, surgirán voces que intenten ver a Alfaro derrotado por la salida de Uribe. No es algo menor, ciertamente, pero concluir que de la decisión de Alberto Uribe se deriva en automático una derrota electoral, es aventurado y equivocado.

Mientras llega el momento en que públicamente el todavía alcalde de Tlajomulco presente su posicionamiento, muchas lealtades deben determinarse y otras cuestiones exigen respuestas, como por ejemplo la alianza política entre el mismo Uribe y el aspirante a ser próximo presidente en Tlajomulco, Salvador Zamora.

¿Este quiebre es el primero de muchos? La duda es pertinente y permite retomar lo que en la columna anterior ya apuntamos: es necesario revisar los mecanismos internos para el establecimiento de acuerdos y decisiones. El proyecto alfarista no puede permitirse más hechos como éste. No si pretende hacer realidad sus ambiciosos objetivos.
 

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