Una multitud de lectores (uno) me mandó preguntar dónde fregados queda La Resolana y yo, por educación, no puedo llamarlo ignorante, ya que basta con ver un diccionario para saber dónde queda; no hay pierde, es como Nueva York, sólo que sin construir y además, como es un rumbo políglota de a madres, en el que, por dar un ejemplo simple, los boleros de la plaza declinan en griego clásico y, aunque usted no lo crea, ahí se montan toros bravos, sí señor, y lo digo para que no anden con la trompa escarbando la humedad y con la cola espantándose las moscas.Lo que usted tiene que hacer es sencillo: si tiene un diccionario francés, simplemente busque en la voz presque vous château; si su diccionario es en inglés, busque en Almost wach castle y si es en español, busque en Casimiro Castillo (en los demás idiomas no les entiendo). Pero si no quiere consultar diccionarios, investigue sobre rutas de vapores para viajes marinos o siga las presentaciones de compañías de ópera en el rumbo, ya que en la Resolana Opera House se presentan todos los grupos importantes que vienen al país; la única diferencia es que, por el calorón que hace, no se usa frac sino guayabera.Pues le contaba, en la entrega anterior, de los hijos de don Taurino y doña Urraca, muchachones bien dados, no muy brillantes, pero fuertotes y trabajadores, todos menos uno, que era tan holgazán que, cuando quiso tener novia, buscó una que ya estuviera embarazada para no tener que embarazarla él.En el rumbo se come bien; cada año por la Cuaresma empiezan a circular las parotas y los bonetes, muy del sitio, y sobre todo le recomiendo las primeras, que son más que ricas. A la zona frecuentemente traen, porque yo nunca he traído, chacales para comer, y esos sí me parecen deliciosos y los preparan al gusto, siendo los principales al mojo de ajo y a la diabla, pero hay muchísimos modos de prepararlos y, si le tocan, no se va a arrepentir; también, los que son cazadores llevan venado y otras especies, objetivo de la caza.Eso sí, una característica de los Enrigue es que somos, desde las épocas de don Taurino, muy obedientes con nuestras esposas; pregunte usted a cualquier señora casada con un Enrigue, usted escoja cuál, y ellas mismas viven asombradas de lo cariñosos y dóciles que somos y hemos sido; no tenemos escudo de armas, pero si tuviéramos uno, estoy seguro de que sería un mandil. Es tanta la obediencia, que las esposas organizan reuniones para ver quién es poseedora del marido más obediente (y créanme que, si bien todos somos obedientes, hay algunos que lo son en grado heroico). Y, además, yo debo negar, porque no es cierto, que soy panzón: me pega mi mujer y estoy inflamado; lo cierto es que estoy inflamado por el excesivo uso de la glándula tragoides.@enrigue_zuloaga