Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Retrato de nuestra familia castrense

Por: Salvador Camarena

Retrato de nuestra familia castrense

Retrato de nuestra familia castrense

¿Oye, y en tu país el Ejército espía? Creo que sí, pero no lo puedo probar. Bueno, ¿al menos sabes si tiene Pegasus? Supongo, pero cómo demostrarlo. ¿Qué hace la Sedena cuando dentro de la institución se denuncia algo grave, como una violación? Sabe. ¿Bueno, qué tanta información recaba de nexos entre criminales y políticos?…

Hasta septiembre de 2022, el párrafo anterior describía lo más cerca que estaba el mexicano promedio de conocer cómo se comporta el Ejército Mexicano fuera y dentro de los cuarteles. Pero el mes pasado llegó “Guacamaya” Leaks y todo está cambiando rápidamente.

El Ejército Mexicano espía. El Ejército Mexicano pagó 60 millones de pesos en 2019 por una licencia a la empresa que tiene la representación de Pegasus, el infame spyware que se usa en nuestro país desde el sexenio pasado. El Ejército Mexicano sigue a feministas, a políticos de Morena y otros partidos, al magisterio disidente, al EZLN, a escritores. 

El Ejército Mexicano no procura justicia a todas las soldados que han sufrido una violación de mandos castrenses. El Ejército Mexicano se resiste a cooperar con las investigaciones de Ayotzinapa. El Ejército Mexicano quiere aumentar su voracidad empresarial en el sector aeronaútico. El Ejército Mexicano tiene reportes de mandos de seguridad, particularmente en el Golfo y Sureste del país, a los que liga con el narcotráfico pero no tenemos reporte de que haya actuado en consecuencia. En plena pandemia el Ejército Mexicano hizo favores hospitalarios a cercanos de funcionarios públicos que presumen que no son iguales a los de antes…

Este no es un resumen de lo que ha aparecido en la prensa tras una semana, sólo siete días, de la revelación de Latinus de que el Ejército Mexicano había sido hackeado y que millones de documentos de la Defensa Nacional habían sido obtenidos por el autodenominado grupo “Guacamaya”, que a su vez los ha puesto a disposición de la prensa.

Porque hacer un resumen sería fútil en este momento en que decenas de periodistas trabajan a marchas forzadas en la búsqueda, contraste y valoración de lo que contienen los seis terabytes de información sustraída al Ejército.

Es más relevante comenzar a diseñar categorías para tratar de ordenar esos hallazgos, en un intento por contribuir a que una delicada revelación periodística tejida a partir de, o con, esos correos electrónicos no sepulte a la siguiente.

Categorías que nos ayuden a conocer los pliegues del rostro que ahora vamos teniendo de esa opaca institución que es nuestro Ejército.

Si así lo hiciéramos, tendríamos una pestaña en donde se acumulen las notas y los reportajes que hablen básicamente del espionaje. Y dentro de esa pestaña, las subcategorías: a políticos opositores, a organizaciones sociales, a grupos subversivos, a prensa, a delincuentes, a ciudadanos.

Otra pestaña para las relaciones peligrosas de políticos con narcotraficantes; ahí destacarían -para empezar- los morenistas Veracruz y Tabasco, donde investigaciones periodísticas expusieron reportes de la Sedena al respecto.

Una categoría más para abusos al interior del Ejército: violaciones a mujeres y a los derechos humanos.

Otra que documente influyentismo y privilegios. Y una más sobre los negocios, ajenos a la seguridad nacional, que ha recibido la Sedena de parte de AMLO.

En sólo una semana ha cambiado la imagen del Ejército Mexicano. Y no para bien. Frente a eso el Gobierno federal apuesta al cinismo, a que los escándalos sean tantos que aturdan a la sociedad y ésta ni asimile ni reaccione, la dimensión de lo que estamos leyendo. A que todo vuelva a ser opaco. ¿Qué narrativa se impondrá, la de “Guacamaya” o la de Palacio?
 

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