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Resistir el trumpismo
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Resistir el trumpismo
Se vienen tiempos oscuros para la política internacional, y en particular para los países de América Latina. Lo mostró de modo muy claro el conflicto diplomático entre el Gobierno del progresista Gustavo Petro de Colombia y el derechista Donald Trump en Estados Unidos. El Gobierno de la segunda presidencia de Trump en Estados Unidos está cumpliendo sus amenazas de deportaciones masivas y le tocó a Colombia recibir un par de aviones militares con colombianos deportados, a lo que el presidente Petro se negó alegando que sus paisanos eran tratados indignamente. Rechazó recibir esos vuelos y, en el transcurso del día, escribió un largo texto que difundió en su cuenta de Twitter en la que alardeó de la soberanía de su país e incluso insinuó que aceptaría inmolarse por defender la integridad de su patria y de su política.
“Colombia es el primer territorio libre de América, antes de Washington, de toda la América, allí me cobijo en sus cantos africanos. Mi tierra es de orfebrería existente en la época de los faraones egipcios, y de los primeros artistas del mundo en Chiribiquete. No nos dominarás nunca”, escribió Petro. Fue un texto justo y digno, pero a juzgar por los hechos, un tanto inútil pues al final del día la Cancillería colombiana dijo que aceptaría las deportaciones de sus connacionales que enviara el Gobierno de Washington. Algunos medios titularon que el Gobierno de Petro terminó plegándose o doblándose al final ante el de Trump.
Lo cierto es que este episodio es un claro ejemplo de dos cosas: uno, de la correlación de fuerzas que existe (tanto en lo militar como lo comercial) entre Estados Unidos y entre las naciones de América Latina. Y dos, la nueva época de la política expansionista e imperialista que se despliega en Estados Unidos en la segunda presidencia de Donald Trump.
Finalmente, el Gobierno de Trump impuso sus designios ante el de Colombia (que, por cierto, en el pasado era el Gobierno más pro-estadounidense de toda América Latina). El domingo se impuso ante Colombia, pero en próximos días podría ser Panamá, Honduras o México.
Hay poco qué hacer frente al predominio de Estados Unidos, la actual potencia hegemónica del capitalismo mundial, desde los gobiernos nacionales. A pesar de que tanto Colombia como México tienen gobiernos que se autodefinen de izquierda, y que ambos han expresado una retórica soberanista y un tanto anti imperialista, en los hechos tanto México como Colombia somos en extremo dependientes de Estados Unidos: más de 80 por ciento de las exportaciones y de las importaciones las hacemos con el país del Norte. Así que si desde Washington amenazan con aranceles o cancelar tratados comerciales, los gobernantes en turno, de derecha o de izquierda, tienen que ceder. Es tanto la correlación actual de fuerzas políticas, como décadas de apostar por comerciar con Estados Unidos, aparentemente en condiciones ventajosas, pero que terminaron por sujetarnos y volvernos en extremo dependientes de la potencia del norte.
Por eso se puede esperar poco, muy poco, desde los gobiernos y los Estados nacionales en defensa real de la soberanía de cada nación ante las amenazas expansionistas e imperialistas de Donald Trump. Las respuestas tendrán que tejerse desde abajo, entre los pueblos y las sociedades que, movilizadas, pueden resistir al trumpismo en curso, una nueva era de la Doctrina Monroe que tiene la pretensión de imponer los deseos imperialistas estadounidenses supuestamente para “volver a hacer grande América” de nuevo.
Por eso son significativos los pronunciamientos de pueblos originarios de Estados Unidos, como los Navajos, que han expresado su preocupación por la actual política de deportaciones masivas ordenadas por Trump y han manifestado su solidaridad con los mexicanos. “Nadie es ilegal en tierras robadas”, declaró James Jackson y otros líderes pertenecientes a la comunidad amerindio Navajo, “subrayando que la historia de los pueblos indígenas está marcada por el despojo y la lucha por la supervivencia”. (TeleSur, 28 enero, 2025).
Si se quiere sobrevivir a la tormenta política trumpista, con el ataque a los derechos sociales ganados por distintos sectores de Estados Unidos en los pasadas cinco décadas, así como detener las amenazas imperialistas sobre países de América Latina y otras naciones, serán necesarias más las movilizaciones y redes de solidaridad que se tejan desde abajo, en la sociedad, que las retóricas de los gobiernos que finalmente están atados a la dependencia económica y comercial con Estados Unidos. Desde abajo, así se está resistiendo al trumpismo.
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