La democracia es un sistema político que exige la participación de todos los ciudadanos. Su esencia radica en una serie de valores fundamentales: la libertad, el derecho que tenemos a decidir nuestro destino, la obediencia a nuestras leyes y la confianza en el comportamiento ético de aquellos en quienes se deposita el Gobierno. Cuando se quebrantan las leyes, se estimula la impunidad y se propicia el desorden y la corrupción; lo que sigue es la violencia.¡Cuidado! El riesgo que enfrentamos, sin que al parecer tengamos conciencia de su gravedad, se manifiesta cotidianamente en abusos de poder que harían palidecer a algunos sátrapas de la historia. La designación discrecional de los cargos públicos y de contratos de obra e insumos destinados a la administración, la violación de las leyes que preservan nuestros ecosistemas, la utilización de la fuerza del Estado para “convencer” a quienes no están de acuerdo con las decisiones de los titulares de los poderes ejecutivos nacional y estatales, entre muchas acciones que son del dominio público, no deben pasar inadvertidas. De la misma manera, la elección del siguiente presidente de la Corte, previamente manchada por el escándalo derivado del posible robo intelectual de la ministra Yasmín Esquivel, además de la segura judicialización de las elecciones federales, hacen peligrar a la democracia.El año que se inicia está enmarcado en negros nubarrones. El incremento de la violencia callejera e intrafamiliar, la elevación del costo de vida, los crecientes desacuerdos sociales, la permanencia de formas delictivas como el “huachicol” y el robo de tráileres y secuestro de personas conforman un largo etcétera de prácticas indeseables que prefiguran un horizonte muy difícil para los próximos meses. Sin embargo, el escenario que nos debe causar mayor desasosiego y preocupación es el riesgo de destruir nuestro sistema electoral, cuya construcción requirió años de esfuerzo, prudencia y tolerancia.Es inquietante que quienes, aprovechando los cauces que abrió el sistema político para la participación ciudadana, una vez que llegan a los cargos de mayor importancia, pretenden permanecer en ellos indefinidamente. Es obvio que López Obrador está haciendo hasta lo imposible para extender su influencia más allá del periodo establecido en la Constitución, como lo es que el señor Alejandro Moreno haya ampliado el término de su permanencia al frente del PRI, traicionando una institución que se creó para integrar a los mexicanos. El apetito de poder nubla el entendimiento y rompe con los principios éticos que deben poseer aquellos que aspiran a conducir la sociedad.Nuestra responsabilidad es defender la democracia frente a quien tiene los instrumentos del poder y la intención de conservarlo. Habrá que mantenerse informados, propiciar el análisis individual y colectivo de los acontecimientos políticos y actuar en consecuencia. Tal vez hemos perdido la noción de los costos sufragados y quizás no lo recordemos, pero se pagó con sangre el derecho de autodeterminarnos. La libertad y la democracia tienen precio. Es nuestro tiempo y es nuestro derecho preservarlas.eugeruo@hotmail.com