Hay dos formas de ver las remesas que envían nuestros paisanos desde Estados Unidos. Una es la versión heroica del mexicano imbatible, luchón, que sortea un río y un desierto en busca del pan para su familia. Una historia cierta, pero incompleta. Cada mes celebramos el aumento de las remesas que en plena pandemia han alcanzado cifras récord. Los políticos se llenan la boca de elogios y admiración por los 11.5 millones de mexicanos que afanados en los campos de cultivo, la construcción y el sector servicios, nos mandan dólares. Jalisco no es la excepción. En los últimos dos años, por primera vez nuestro Estado se ubicó como líder en la captación de remesas. A tal grado que 111 municipios reciben más dinero de nuestros paisanos que el presupuesto anual que ejercen. Incluida Guadalajara. Esto significa que en la economía doméstica de la Perla Tapatía se mueven en promedio al día 35 millones de pesos que provienen de las remesas. Este gasto se concentra sobre todo en ropa y alimentos. Se trata de un fenómeno nacional. Los ingresos por remesas familiares en el país superan ya a sectores como las exportaciones petroleras, el turismo y la Inversión Extranjera Directa. Pero si las remesas aumentan, cosa positiva, significa que también crecieron en nuestro país los factores de expulsión como la falta de empleo digno, pobreza y una política social deficiente. A esto se suma la inseguridad. El último censo del Inegi 2020 reveló que más de 15 mil jaliscienses dejaron el Estado por “inseguridad o violencia” entre 2015 y 2020. Somos el sexto estado con más desplazamientos por esa causa. Conflictos como el de Teocaltiche, en donde el año pasado 600 personas dejaron sus casas ante las amenazas del crimen, favorecen la migración forzada. Esta es la otra cara de la moneda sobre las remesas. El Presidente suele presumir como un logro de su gobierno cuando aumentan las remesas. “Soy admirador de los migrantes”. “Las remesas nos sacaron del hoyo”. “Son una bendición”.Pero el único “logro” de los tres niveles de gobierno en México es que han generado las condiciones necesarias para que miles de mexicanos migren a Estados Unidos en busca de una mejor vida. A tal grado que su impacto en millones de familias en el país ya supera el esfuerzo y gasto público de muchos gobiernos locales. El mérito sólo es de nuestros paisanos.