Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Recuerdos de una rockola

Por: José Luis Cuellar de Dios

Recuerdos de una rockola

Recuerdos de una rockola

Segunda y última parte.

…Transcurrieron los años y con ellos el involuntario aprendizaje de las canciones mexicanas que los autores de aquella época componían; noche tras noche, una y otra vez escuchaba las letras de: “Aventurera”, “Clavel sevillano”, “Te quiero dijiste”, “Mujer”, “Santa”, “Canción mixteca”, “Vereda tropical”, “Granada”, “Frenesí”, “Humanidad”, “Bésame mucho”, “Solamente una vez”, “Amor, amor”, “México lindo”, “Amorcito corazón”, “Angelitos negros” y más, qué digo más, cientos de ellas.

Seguí viviendo en Reforma 111, obtuve el título de Ingeniero Civil, teniendo como maestro de tesis al Ingeniero Alfonso Lozano Gallo, q.e.p.d., de quien aprendí los secretos de la Topografía.

Daba inicio la caminata cuesta arriba: ¿Dónde trabajar? Tuve suerte, fui contratado para hacer trabajos, precisamente de Topografía, para una empresa tapatía recién formada que se dedicaba a la elaboración de Cartografía Catastral por métodos aerofotogramétricos.

Fue así como dio inicio mi peregrinaje por toda la República promoviendo con los gobiernos de los Estados los trabajos de Cartografía Catastral para dicha  empresa, por cierto la primera en este género cuyo fundador y propietario, el Ingeniero Lorenzo Villaseñor Cortina, hombre de genio vivo y carácter abierto, dejó muestras en su quehacer profesional de ser un hombre de talento penetrante y audaz que fue enemigo declarado del  principio Decartesiano: “No hacer nada por los demás, es propiamente no valer nada”.

El fallecimiento prematuro de Don Lorenzo me permitió, con el apoyo de sus hijos e hijas, convertirme primero en socio, luego en propietario de aquella sólida empresa. Los contratos de trabajo para la empresa fundada por Don Lorenzo llegaban previa introducción con los gobernadores de los Estados de la Republica, razón por la cual, vía Don Lorenzo, pude conocer y tratar con algunos de ellos.

Los archivos fotográficos aumentaban conforme los contratos aparecían, ocurrió que cierta información de una zona rural perteneciente a uno de los Estados de la República fuera del interés de Don Luis Echeverría Álvarez, para entonces, ya en su carácter de expresidente, motivo que generó una entrevista con Don Luis, entrevista que se llevó a cabo en su domicilio particular, allá por el rumbo de San Jerónimo.

Atendiendo a su muy particular estilo de trabajar me citó a las ¡once! de la noche y me vino recibiendo una hora después, su casa parecía una gran oficina por la que iban y venían, incluso a esas horas, buena cantidad de personajes, mientras yo esperaba turno, uno de sus ayudantes me invitó a conocer la biblioteca de Don Luis, miles de libros poblaban aquel hermoso espacio, recorriendo estantes me topé con una serie de cuatro tomos que reunían TODAS LAS CANCIONES de autores mexicanos que habían sido compuestas hasta esa fecha.

Ya en la cita y habiendo conocido la necesidad de información cartográfica que requería el expresidente me permití comentarle que yo era un fanático conocedor, gracias a la rockola, de la canción mexicana, le causó gracia aquel comentario y respondió con un detalle que francamente no esperaba dado su carácter de indudable seriedad: ¡Le regalo los tomos si me dice los nombres de 20 canciones mexicanas y sus autores! la rockola entró en funciones y todavía conservo cuatro gruesos tomos en cuyas páginas están escritas miles de canciones de autores cien por ciento mexicanos. 

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