Viernes, 06 de Diciembre 2024

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Quién tiene que disculparse

Por: Raymundo Riva Palacio

Quién tiene que disculparse

Quién tiene que disculparse

En el encontronazo más memorable en la radio que recuerde, el miércoles estalló lo que venía incubándose: la indignación de Ciro Gómez Leyva, el conductor del noticiero de radio con el mayor rating, con el videógrafo del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, Epigmenio Ibarra, a quien le reclamó airadamente de agredirlo, agredir a sus colaboradores y al propietario de Radio Fórmula en su columna en Milenio. En más de 35 años de conocerlo (a Ibarra lo conocí unos siete años antes), jamás había visto a Gómez Leyva tan molesto con nadie, como con el protagonista más conspícuo del régimen.

Gómez Leyva lo increpó por su columna de ese día donde, escondido en un alegato falso sobre lo que consideró ausencia de autocrítica porque fracasó la candidatura presidencial de Xóchitl Gálvez, a quien dijo la apoyaron todos los periodistas que han sido críticos a López Obrador, lo espetó por “rehusarse a aceptar” que el expresidente ha cumplido con la palabra empeñada al retirarse por completo, en un gesto democrático que lo honra”.

Las afirmaciones del periodista de que fue atacado, fueron rechazadas por Ibarra, al que le preguntó “con quién se tenía que disculpar”, porque su trabajo era con los ciudadanos y su gran audiencia lo respaldaba. El videógrafo no respondió. La pelea radial, de hecho, no tuvo una conclusión, pero la pregunta es válida. Sobre todo porque en la transparencia de la confrontación que vivieron, hay una parte que es opaca, la de Ibarra, que en sus primeros años de vida profesional se ganó la vida captando con su cámara al hombro la guerra en El Salvador, vendiendo sus imágenes a diferentes televisoras, y enviando despachos noticiosos a Excélsior y Notimex. Poco después comenzó una etapa de su vida por la cual tendría que disculparse con López Obrador y con tantos a quienes ha timado con su falsa congruencia y consistencia.

Como botones de muestra:

En los 80 trabajó en la oficina de Comunicación Social de la Presidencia, durante el gobierno de Carlos Salinas, en el área de televisión y propaganda. Con su experiencia con la cámara, fue contratado para que registrara las actividades del presidente y realizara los envíos a las televisoras hispanas en Estados Unidos, que agradecieron a los operadores de Salinas el trabajo y esmero con el que Ibarra había colaborado con ellos.

Renunció a la Presidencia y fundó en 1992 la productora Argos, junto con Carlos Payán, fundador y director de La Jornada, y Herán Vera, un venezolano que montó Radio Venceremos, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. En 1994 comenzó a grabar las acciones del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y 40 días después del alzamiento, fue detenido por el Ejército en un retén en Gabino Vázquez, en la Selva Lacandona, junto con Javier Elorriaga, miembro del EZLN, y que usaba como cobertura trabajar de sonidista. Elorriaga terminó en la cárcel acusado de rebelión y terrorismo, en donde estuvo 16 meses.

Ibarra nunca la pisó porque Payán acudió en su rescate y habló con el presidente Ernesto Zedillo para pedirle que lo liberara. Zedillo accedió, ordenando al Ejército que lo soltara, con la única condición de que quería verlo. Días después Ibarra fue a Los Pinos donde habló a solas con él. Colaboradores de Zedillo dijeron en su momento que el expresidente le dijo que no lo meterían a la cárcel únicamente como un gesto a Payán. Ibarra negaba estar vinculado con el EZLN y Zedillo le mostró la documentación en lo que se iba a sustentar la acusación. De acuerdo con sus colaboradores, Zedillo le dijo que no podría volver a tocar temas de política durante su sexenio porque lo encarcelarían. Cómo se lo planteó, no se sabe, pero los coladoradores del expresidente dijeron que Ibarra salió del despacho temblando, literalmente.

Ibarra obedeció la exigencia de Zedillo, y con el dinero del empresario Carlos Slim, relanzó con Payán y Vera la productora Argos. Con esa inyección de recursos produjeron varias de las telenovelas más exitosas de la televisión mexicana, introduciendo en 1996 a los hogares mexicanos e hispanos en Estados Unidos la temática de la narcopolítica. Desde entonces, y hasta ahora, su principal línea creativa ha sido la vinculación de los políticos con el crimen organizado, y la apología del narcotráfico.

Terminado el sexenio de Zedillo, Payán lo ayudó a comenzar a escribir en Milenio semanalmente, mientras seguían las producciones de Argos. Con esa cachucha visitó en 2005 al entonces director de la Agencia Federal de Investigación, Genaro García Luna, para proponerle una serie de televisión que promoviera a la dependencia. Lo que ofreció no era una telenovela, sino un proyecto de propaganda como durante años se hizo en Estados Unidos con el FBI y otras agencias policiales para ensalzar su imagen. Nunca se concretó la serie por los altos costos que propuso Ibarra.

Payán lo llevó con López Obrador donde comenzó a fabricar la otra historia de su vida. En una entrevista en 2018 con la perdiodista de Infobae, Mariana Dahbar, a la pregunta si manejaría la comunicación del presidente entrante, respondió: “No. Si yo he sido un opositor toda mi vida, estaría muy mal que ahora decidiera vivir del Estado. Podría trabajar en lo que pueda personalmente para apoyar al nuevo presidente, pero no vamos a cobrar ni un centavo ni a asumir ninguna posición dentro del gobierno de López Obrador”.

Ibarra fue un opositor químicamente puro, se puede decir, durante los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, porque fue parte del equipo de propaganda de Salinas, ni siquiera pudo intentar ser crítico durante el de Zedillo, y quiso ser también propagandista de García Luna. De todos ellos ha hablado mal, por lo que ha hecho con Gómez Leyva no es algo nuevo. Su memoria es corta. En el gobierno de López Obrador no cobró en la Presidencia, pero le otorgó un crédito de 150 millones de pesos en 2020 que fue extendido y que se sepa, no se pagó este año como estaba programado.

La doble moral ha acompañado al iracundo guerrero del régimen que, también, ha tenido una doble vida.

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