La designación del próximo secretario de la Defensa Nacional es la que más captura la atención de la sociedad política. Se entiende perfectamente. El Ejército es el pilar de la legitimidad del Presidente Andrés Manuel López Obrador y, como dijo recientemente al Financial Times Nicholas Watson, director general para América Latina de la consultora Teneo, la militarización de México “es su más grande legado… y el más difícil de desmontar”. López Obrador, que distrajo con la fantasía de un golpe blando de la oposición, construyó con una cúpula militar a la que llenó de contratos y dinero sus bolsillos, un andamiaje sólido que amarra las manos a su sucesora, Claudia Sheinbaum, que ha expresado su deseo de reducir su papel en actividades que pertenecen al ámbito civil.La primera parte de su estrategia para lograrlo fue el nombramiento del futuro secretario de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, Jesús Esteva, quien negociará con el Ejército la forma de reducir su participación como principal constructor del país. La segunda parte es más complicada. ¿Quién quedará al frente de la Secretaría de la Defensa Nacional? La pregunta no tiene aún respuesta.Sin embargo, la designación ha causado tensión al interior del Ejército, donde pese a garantizar ser institucionales, queda en el aire qué tipo de institucionalidad veremos en la jefatura, si a Sheinbaum, como jefa de Estado, o a López Obrador, para que su proyecto de grandeza y recordación se concrete rápidamente y como desea, para que en su séptimo año de Gobierno pueda presumir la materialización plena de sus obras, aunque sea a costa de recursos que necesitará la próxima presidenta para mantener funcionando su Gobierno sin dolores de cabeza.La definición de lealtades es más que una conjetura. Es lo que está en discusión en los pasillos del poder desde principios de año, cuando la sucesión en la Defensa Nacional comenzó a moverse ante la certeza, dentro del Gobierno, de que Sheinbaum ganaría las elecciones. El general secretario Luis Cresencio Sandoval incluso llegó a acariciar la posibilidad de repetir en el cargo, leyendo la necesidad de López Obrador de que su sucesora mantenga el rumbo fijo, sin importar sus necesidades presupuestales para gobernar, pero como el Presidente ni siquiera le permitió plantearlo, cambió de estrategia.El general le propuso a López Obrador como su sucesor al general Gabriel García Rincón, a quien nombró subsecretario en septiembre del año pasado. Lo hizo en una reunión del gabinete de seguridad en vísperas de la elección, aunque el nombre sólo lo conocía el Presidente. López Obrador avaló el nombramiento y fue la carta presentada a Sheinbaum. El nombre que ha manejado su equipo para encabezar la Secretaría es el del general Andrés Fernando Aguirre O. Sunza, director del Colegio de la Defensa Nacional, quien fue promovido a general de división -lo que lo hace elegible para el cargo- en noviembre pasado.El nombre del general Aguirre O. Sunza se ha mantenido de manera muy hermética en el equipo de Sheinbaum -como también ha sido su candidato para la Secretaría de Marina-, para evitar que su candidatura sea descarrilada. El perfil del general es académico, similar al que tuvo el general Clemente Vega, secretario de la Defensa en el gobierno del presidente Vicente Fox, aunque a diferencia de Aguirre O. Sunza, en una parte de su carrera tuvo mando de tropa. El hecho de voltear a verlo recuerda la manera en que López Obrador escogió al general Sandoval, quien era el penúltimo de una veintena de generales elegibles, pero fue seleccionado precisamente porque se suponía que era quien menos relaciones y compromisos tenía con la cúpula militar.El aval del Presidente al general García Rincón es precisamente lo opuesto a lo que hizo hace seis años, porque está estrechamente vinculado con el secretario saliente. Lo que era fundamental no hacer hace seis años, ahora es vital para López Obrador consolidar la continuidad de la militarización del país y garantizar su legado. La definición final explicará lo que sucedió en estos días, y se verá si Sheinbaum cede ante López Obrador y por primera vez en la memoria queda como titular de la Defensa Nacional el delfín del secretario, o si logra llevar a quien desea, u opta salomónicamente por un general alternativo.La principal opción es el general Ricardo Trevilla, jefe del Estado Mayor Conjunto de la Secretaría de la Defensa Nacional, que es el candidato de los generales de división. Trevilla sería un relevo natural, si se considera el cambio generacional, que no ocurre con García Rincón, quien es contemporáneo de Sandoval y cuyo nombramiento alteraría ese tránsito biológico-institucional y produciría tensión en el Ejército. Parece difícil que López Obrador, en una situación de optar por una tercera vía, aprobara a Trevilla -quien no es mal visto en el equipo de Sheinbaum-, por lo que el nombre del general Ricardo Gustavo Vallejo, mencionado en la prensa como una posibilidad para el cargo, estaría más cerca de sus preferencias.Vallejo, quien fue jefe de ayudantes del general Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa del expresidente Felipe Calderón, y quien era el responsable de todas las grandes obras -incluidas las realizadas en el frustrado aeropuerto de Texcoco- que se construyeron durante el periodo del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa del expresidente Enrique Peña Nieto, también ha sido el responsable de las mega obras de López Obrador, el aeropuerto “Felipe Ángeles” y el Tren Maya. Otro nombre barajado en la prensa es el general Ernesto José Zapata, comandante de la Primera Región Militar, con sede en la Ciudad de México, cuya relación con Sheinbaum fue institucional, ya que su equipo de seguridad se coordinaba con él cuando era jefa de Gobierno de la Ciudad de México.No está claro hacia dónde se alineará finalmente la Secretaría de la Defensa Nacional, ni cuál será el resultado de las negociaciones para un nombramiento que mostrará cómo se concilió la ambición de un legado atado a una autonomía deseada.