La suerte política de Omar García Harfuch está en vilo ante la catarata de críticas por su papel en la investigación del Caso Ayotzinapa. Pero su problema no se circunscribe a esa polémica, y no está en el pasado sino en el futuro. García Harfuch es pivote en la coyuntura más difícil de la larga relación entre el Presidente Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, que en los últimos días se ha tensionado -quizás como nunca, por las consecuencias-, y llevado al padre y a la hija a un momento de definiciones. Lo bajan o no lo bajan de la contienda, es el dilema shakespeariano que se vive en el nido hoy en día.Los símbolos y las interpretaciones se encuentran en el fondo de la tensión y la decisión. López Obrador le entregó el bastón de mando a Sheinbaum para que asumiera el control del movimiento que lo llevó al poder, que incluía cederle la independencia y autonomía para que, incluso, fuera ella la que palomeara las candidaturas a puestos de elección para 2024. Sheinbaum tradujo a López Obrador, pero la forma como lo descifró no parece haber sido del agrado del Presidente.Sheinbaum, que sabía que su mentor utilizaría el ritual de los pueblos originarios para cederle de manera metafóricamente el poder político el 7 de septiembre, presionó a García Harfuch para que se destapara como candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Quien en ese momento aún era secretario de Seguridad y Protección Ciudadana capitalino, no quería. La política, como lo dijo muchas veces antes, no era lo suyo, y prefería mantenerse en el campo de la seguridad, en donde se desarrolló toda su vida. Pero al final sucumbió, y en una entrevista el 4 de septiembre en La Jornada habló de sus aspiraciones. La profecía se hizo realidad en ese momento.En el entendido de que López Obrador le había dado la confianza para tomar decisiones, Sheinbaum no le consultó la promoción política de García Harfuch, quien durante su administración en la capital federal fue uno de los funcionarios que más cosas hizo que pudiera presumir. El silencio del Presidente sobre él, generó conjeturas de que la iniciativa de Sheinbaum mostraba que, en efecto, López Obrador le había entregado el mando, o que la aceptación del funcionario, que encabezaba todas las encuestas de aprobación para el cargo, era reflejo de su pragmatismo.López Obrador no dijo nada, pero sus operadores políticos sí, e iniciaron una campaña de cuestionamientos y descrédito de García Harfuch, que tuvieron su mejor expresión en un debate en MVS radio este miércoles en el espacio de Luis Cárdenas, donde participa regularmente Hernán Gómez Bruera, sociólogo e internacionalista, que se incorporó en este sexenio a la República de las Opiniones como una voz defensora de López Obrador y el movimiento de la cuarta transformación.En ese programa señaló: “Yo creo que si fuera del PRI, sería mi priista favorito. Pero creo que no tiene nada que hacer en Morena (a donde se había afiliado 72 horas antes). Fue un muy buen secretario de Seguridad. Me parece que eso es en lo que es bueno y en eso debería seguir”. Gómez Bruera remató con contundencia, al señalar que era una “desproporción que alguien así pueda ser jefe de Gobierno”.La crítica de Gómez Bruera, en el campo de la semiótica que tanto le gusta al Presidente, es significativa. El audaz e inteligente activista publicó un libro a mediados de año, bien visto en el Zócalo, intitulado “Traición en Palacio”, en donde con base en carpetas de investigación y testimonios públicos y anónimos, revela lo que describió como la “red de negocios” del ex consejero jurídico Julio Scherer, que renunció al cargo en agosto de 2021.Las coincidencias son caprichosas. Scherer ha sido promotor de García Harfuch por años, los dos colaboran desde hace tiempo con Sheinbaum, y ambos son enemigos declarados del fiscal general, Alejandro Gertz Manero, quien abrió carpetas de investigación contra el ex consejero jurídico de la Presidencia, que mantiene en su despacho, y está convertido en un valioso consejero político de López Obrador.Los dichos de Gómez Bruera en MVS reflejan el pensamiento del ala dura en torno al Presidente, quien desde el fin de semana pasado ha expresado internamente su molestia por el protagonismo electoral de García Harfuch y su determinación, hasta este momento al menos, de que no se quede con la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. El Presidente no ve en él la problemática por el Caso Ayotzinapa, sino que su pasado profesional haya estado vinculado a gobiernos del PAN y del PRI.Información que ha trascendido apunta la determinación de López Obrador para que la candidatura de Morena recaiga en alguien más, para lo cual se giraron instrucciones al presidente del partido, Mario Delgado, para que explore las formas legales que puedan impedir que García Harfuch sigua en la contienda.Las apariencias públicas no desnudan lo que se vive en el Zócalo. Incluso, el Presidente pareció salir ayer en defensa de García Harfuch al afirmar que él no había participado en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y pidió utilizarla para atacarlo, aunque al mismo tiempo ratificó lo dicho en la víspera por el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, jefe de la investigación del caso, que había participado en las reuniones al más alto nivel en Los Pinos, donde se fabricó la llamada “verdad histórica”, para encubrir a los responsables federales del crimen.La posición en Palacio Nacional choca con la de Sheinbaum, que ha invertido fuerte capital político en el respaldo a García Harfuch, que ahora se pone a prueba. Sheinbaum ha hecho un trabajo metódico, disciplinado e inteligente para tener tranquilo al Presidente, pero el choque que hay contra su colaborador la coloca en la primera disyuntiva seria ante López Obrador. Su decisión deberá de ser sobre la base de costo-beneficio, aunque en el contexto actual, parece una situación de perder-perder.