Martes, 26 de Noviembre 2024

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¿Quién está del otro lado?

Por: Vania de Dios

¿Quién está del otro lado?

¿Quién está del otro lado?

Escucho que mi hijo está jugando escondidas en la habitación de al lado. Me preocupo. En la casa sólo estamos él y yo. Pienso que quizás no escuché bien, pero entonces grita: ¡Ya te vi! Estás detrás de esa pared… ¡Un, dos, tres por Óscar!

Se me acelera el corazón y voy a asomarme. Nadie ha entrado a la casa, estoy segura. Abro la puerta de su cuarto, me asomo y veo que no hay nadie más con él, al menos no físicamente: junto con sus amigos encontró la manera de verse y jugar a “las escondidas” y hasta “la trais” en un videojuego. Un mundo virtual donde, antes de la pandemia, los niños de entre 8 y 12 años ya pasaban casi 5 horas y los adolescentes hasta 7 horas, según datos del Observatorio del Tec de Monterrey.

Hace unos días acepté la invitación de mi hijo y me fui a pasear con él en su convertible rojo, me enseñó la casa que construyó, me invitó un café y después uno de sus mejores amigos pasó por nosotros en su helicóptero. Además de sugerirme qué ropa elegir para que no fueran a “bullearme”, me explicó la dinámica social y hasta me enseñó a bailar en el mundo virtual de Roblox, una plataforma con millones de usuarios.

Jamás he sido de videojuegos. Poco o nada les entiendo, prefiero un libro. Pero el mundo digital es un espacio en el que organismos como UNICEF recomiendan a los padres entrar y conocer, experimentar y aprender sus posibilidades, servicios y funciones. Es un mundo alterno donde también se está expuesto al abuso, la trata, el acoso y que, incluso, la delincuencia lo ha comenzado a utilizar para reclutar jóvenes.

Mientras mi hijo me enseñaba la casa que construyó, un tipo de la nada entró y se sentó en la sala. Yo me indigné. ¡¿Cómo un desconocido puede meterse así como así a tu casa?! No importa que esté en el mundo virtual. El sujeto (del otro lado de la pantalla podría estar un niño, niña, adolescente o adulto) nos pedía en el chat del juego que lo invitáramos. Mi hijo lo echó de la casa: “Mamá, ya lo baneé” (una forma de bloquearlo y poner una especie de campo de fuerza que le impidió volver a entrar).

Cuando íbamos en el convertible, otro jugador (era un avatar masculino) se subió al auto y aunque yo digo que quería robárselo, mi hijo dice que era un “noob” (en español sería “novato”) que sólo quería que se lo prestáramos un rato. Le pedí “banear” a otro jugador (aprendí pronto el lenguaje del juego) que nos estuvo esperando en la puerta de la casa y que pensé nos estaba acosando, hasta que supe que era un amigo de su escuela, que era “vecino virtual” y que quería jugar.

A los amigos y amigas de mi hijo les sorprendió que yo estuviera jugando en Roblox, que hubiera creado mi propio perfil y encontrarme con él en los diferentes mundos de la plataforma. Pero no soy la única. Otra mamá y gran amiga también tiene su avatar o personaje, y me han ido ayudando a entender la dinámica. Ambas estamos ahí, como lo hacemos en la vida real, para cuidarlos, para ver con quiénes y cómo juegan. Ustedes, ¿saben con quiénes juegan sus hijos?

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