Las fiestas están muy arraigadas en nuestro ser como raza y cultura. No podemos concebir una vida sin fiesta. Y fiesta tras fiesta, a lo largo del año.Se llega febrero y, luego-luego, tenemos a la vista el puente que nos invita a dar una gira: cerca o lejos, lo que sea o a donde sea, con tal de salir a ver otros paisajes.No importa que las noticias sigan en plan de alarma y nos prevengan de contagios masivos por andarlos buscando donde no teníamos por qué ni para qué.Y luego nos quejamos, y luego culpamos a quien se deje, pero nosotros somos la inocencia en persona, aunque de paseo dentro o fuera de la República, según nos fue posible…Ahora que también hay los que, sin salir muy lejos, no se pierden la reunión donde entre música y copas la fiesta se prolonga hasta altas horas de la madrugada.Y no es cuento, te lo digo porque hasta los vecinos que no fueron invitados, disfrutaron o sufrimos la música a todo volumen que no permitió dormir.Pero eso es lo más normal, a esos no hay santo ni autoridad que pueda llamarles la atención o decirles que le bajen un poco a la música…Ah pero eso sí, cuando nos llega la otra fiesta, la que nos afecta de cerca, entonces vienen los lamentos y las acusaciones y reproches a quien se deje.En fin, alégrense que ya viene, ya llega el 14 de febrero. Otra buena oportunidad para festejar, para darle vuelo y para promover que la ola de contagios suba hasta el tope.¡Qué más da! ¿Y si me toca a mí? Mala suerte.Y no sólo es esa fiesta, también tendremos el Día de la Bandera, el Día de la Fuerza Aérea Mexicana, y el Día del Ejército… Pero a lo mejor a estos otros festejos ni nos invitan.…Aunque sí, hay muchos lugares donde se celebra el Carnaval y otras fiestas religiosas a las cuales no podemos faltar y a los que acude medio mundo sin invitación.Pero en realidad, lo verdaderamente importante es darnos cuenta de la calidad de estas fiestas que tan afanosamente perseguimos y del nivel de alegría o de satisfacción que dejan en el corazón. Y repito: en el corazón, en lo más profundo del ser, porque a lo mejor la euforia del momento o de la comida y/o la bebida deja mucha satisfacción momentánea, pero que luego se desvanece o por algún malestar que ha dejado, o con el deseo de más y más.En fin, la reflexión de hoy, puede ser iluminadora si le damos espacio y profundidad; si recordamos que momentos verdaderamente felices que nos dejaron profunda y verdadera alegría iban envueltos en otra forma y coloreados con otros tintes.También es bueno recordar que la mejor fiesta es la que se vive con los más cercanos, con aquellos que formamos familia y donde germina y fructifica el verdadero amor, fruto y semejanza del amor que Dios nos da y nos pide cada día.