Sábado, 23 de Noviembre 2024

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¿Qué onda con las motos?

Por: Juan Palomar

¿Qué onda con las motos?

¿Qué onda con las motos?

Por ahora, se han convertido en una plaga peligrosísima. Aumentan estratosféricamente su número. Y, en general, los motociclistas manejan peor que los automovilistas, que ya es mucho decir. La cantidad de accidentes causados por las motos –los declarados y los no- es altísima. Algunos mortales, de otros se puede hablar “simplemente” de mutilados, y de cuantiosos daños materiales. ¿No hay nadie aquí capaz de poner orden? A lo que se ve, nadie.

La motocicleta, por sí misma, es un método de transporte respetable (aunque siempre peligroso por más cuidado que se ponga). Son económicas, contaminan menos, utilizan menos espacio público, pueden generar prudentes trayectos más ágiles. Hasta aquí todo bien. En París o Roma las motos son abundantísimas, con la diferencia de que en esas ciudades sí respetan las reglas de tránsito y urbanidad (en general).

Aquí, el panorama no puede ser peor. Basta acordarse de los ubicuos pizzeritos. Ahora de los que reparten comida. Y en general, casi todas las motos: violan todos los preceptos viales y de seguridad, se meten en sentido contrario, invaden banquetas y ciclovías, piensan que la raya que separa los carriles de circulación es su propio y peligrosísimo –para ellos y para los demás– carril; muchas hacen un ruido insoportable y echan humaderales ídem, van a exceso de velocidad siempre, incluso en las zonas 30, consideran que si los coches les adelantan es un deshonor personal. Se meten por los túneles, cosa estrictamente prohibida. Muchos no traen casco. De los motoladrones y los “halcones” mejor ni hablar. Y etcétera.

La circulación automotriz en Guadalajara está ampliamente fuera de control. Los cuicos parece que no hacen nada. ¿Será en previsión de las elecciones, para aminorar la irritación popular? De año pasado a este la cantidad de multas ha bajado a la mitad. ¿Quién es el o los responsables? En primer lugar la gente misma. ¿Y la autoridad?

Las motocicletas tipo Harley Davidson son curiosas, casi simpáticas e idiosincráticas. Hell’s Angels, Easy Rider y todo esa imaginería, medio domesticada, está detrás de su atractivo. Nomás que da la casualidad que, como todos los otros vehículos, deben ser silenciosas. Y las de aquí hacen un ruido infernal. De repente se junta un grupo de esta secta en el Parque de la Revolución (invadiendo las banquetas, claro). A cierta hora de la noche arrancan por Vallarta rumbo al poniente: derechos humanos debería hacer algo al respecto de la agresión auditiva ejercida sobre todos los vecinos. Todo tipo de motos suelen jugar carreras por la misma avenida Vallarta, entre Tolsa y Colonias (no hay semáforos en ese trecho). Si se puede, hasta la Minerva, el infinito y más allá. Otra secta es la de las BMW: esa apuesta por la velocidad pura. Y conste que se está hablando de los motardos pudientes, “supuestamente” los de mayor educación.

Un accidente motociclista típico, visto de primera mano: el semáforo está a punto de ponerse en verde y un par de muchachos cruzan a pie por el paso cebra. Nomás que un motociclista viene encarrerado, y por ganarle a los coches, yéndose por “su carril”, acelera. Los muchachos logran a penas evitar al cafre. Pero el cafre, por el frenazo, maromea, se cae y, afortunadamente, deja su moto inservible. No le pasó nada al conductor, cosa que no impidió que les tirara la bronca a los muchachos, que estaban asustadísimos (y luego se reían). ¿Cuándo cursos rigurosos de educación vial y civismo a los motociclistas, y lecciones de manejo, antes de darles ningún tipo de licencias? ¿Cuántos muertos y heridos más ocupamos? Por lo pronto, la gran mayoría de las motos son claras enemigas de la ciudad y la convivencia civilizada.

jpalomar@informador.com.mx

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