Jueves, 28 de Noviembre 2024

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Que nadie imponga una narrativa

Por: Luis Ernesto Salomón

Que nadie imponga una narrativa

Que nadie imponga una narrativa

La disputa por dominar el contenido de la comunicación que circula en las comunidades, en las ciudades y los países es quizá el aspecto más crítico de las tareas de Gobierno. Efectivamente las estrategias para imponerse al interior de los grupos pasa por establecer una narrativa de la realidad, que genere una convicción compartida e impulse a muchos a trabajar en el mismo sentido, o a creer las mismas cosas.

Ahora mismo, ha llamado la atención una nota periodística publicada esta semana que describe cómo en una pequeña aldea rural de Ucrania, dominada desde febrero por los rusos, la población fue aislada de las comunicaciones y les hicieron creer que Ucrania había desaparecido, que los rusos habían ganado la guerra y que no quedaba más remedio que dejar de resistir. La comunicación reiterada de esta realidad paralela consiguió que muchos fueran poco a poco bajando la resistencia, hasta que hace algunos días, el Ejército ucraniano expulsó a los rusos del pueblo, y aquellos campesinos se sorprendieron de volver a la “otra” realidad que realmente creían ya no existía. Los alcanzó, una nueva realidad. 

Efectivamente como lo hizo notar Ludwig Wittgenstein, el lenguaje es el conocimiento y al mismo tiempo una convención social. Los campesinos sólo conocían lo que podían entender con el lenguaje y eso se convirtió en un consenso en su comunidad. 

Ahora hay muchas falsas representaciones similares que se expresan en lenguaje. Hay falsas realidades paralelas, como la que vivieron aquellos campesinos en Ucrania. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es establecer los mecanismos para establecer cómo se garantiza el derecho a tener representaciones auténticas de la realidad. Cómo evitar que alguien se tome el derecho de imponer contenidos comunicativos inconexos con los hechos reales, y cómo se establecen al mismo tiempo, garantías para que todos puedan expresarse libremente.

La realidad se traduce en lenguaje: se describe, se filma, se documenta, se pretende hacer permanente por medio de signos. Sin embargo, esos instantes memorables que queremos retener mediante el lenguaje de la fotografía o la grabación de la voz, pertenecen ya al pasado. Esa idea que significa esencialmente lo ido, lo ausente, lo vacío. Que sin embargo repentinamente nos puede alcanzar. Los campesinos creían que Ucrania se había ido allá, pero no era así.

Evidentemente la guerra impone por medio de la violencia estos hechos que a la luz de la sociedades liberales son inaceptables, pero aun en tiempos de paz, la tentación que tienen muchos de dominar la comunicación es enorme, y nos referimos solamente a gobiernos, sino a intereses económicos y comerciales que tratan de encauzar las conducta de las personas para generar más beneficios.

Ahora mismo en Rusia, China y muchas otras naciones más pequeñas están en marcha políticas para controlar los contenidos que son realmente eficaces y permiten que sus poblaciones tengan una percepción sesgada de la realidad, y de alguna forma también las naciones occidentales hacen lo propio, aunque no de forma autocrática, sino mediante mecanismos de mayor apertura en la discusión pública.

Esa desconexión entre la narrativa que trata de ser impuesta desde el poder y la realidad que ven las personas es una de las mayores amenazas a la libertad y la democracia. La narrativa de la gran Rusia impuesta por Putin, o la que plantea el Make America Great Again de Trump, o el determinismo del dominio chino que pregona Xi Jinping, son muestra de estos esfuerzos desafiantes de la democracia. El riesgo de aquella distopía planteada por Orwell en su novela 1984 parece tocar a las puertas, y los ministerios de la verdad parecen también reproducirse en muchas partes del mundo. 

En ese sentido cobra especial importancia el acceso a los medios y la tecnología que permita contrastar los hechos y tomar contacto con la realidad externa a nuestra comunidad, a nuestro país y a los bloques a los que pertenecemos es crucial. El derecho a saber es ahora piedra angular de la sociedad realmente libre. Y el derecho a saber pasa por que nadie imponga una narrativa por razonable que parezca. 

luisernestosalomon@gmail.com

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