La fotografía de la reunión-comida el miércoles entre José Antonio Meade y el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, y perdedor de la candidatura presidencial del PRI, es el más reciente capítulo en ese reality show (no carente de rating) que bien podría llamarse El destape vive y el PRI ¿revive?Hay diversas lecturas del encuentro entre quien durante años fue el preferido de los priistas en las encuestas y el preferido por el gran, y único, elector priista. Con esa imagen, los del Revolucionario Institucional quieren mostrar unidad, por supuesto. Quieren que no haya duda de que todos se someten al designio del gran señor —todavía hoy el que eligió, no el elegido—, también. Y quieren que crezca el perfil del delfín: él puede convocar a todos, y todos acuden, qué grande es el delfín. Pero hace falta otra lectura. Esa que obedece a la vieja regla del PRI que dicta que quien gana cede, que el elegido tiene que compartir antes que concentrar, dar antes que pedir. En otras palabras, el poderoso en la reunión es, por un momento efímero, el perdedor, que está en posición de plantear demandas. Porque Meade necesita a Osorio tanto o más que Osorio a Meade. No solo para dar sustancia al discurso de la unidad tricolor, esencial en un momento en que ese partido tiene que afianzarse en zona competitiva electoralmente hablando, sino porque el todavía secretario de Gobernación habrá resultado un fiasco para mitigar la violencia, pero eso no quiere decir que carezca de peso político dentro de su partido, e incluso fuera de él. El PRITAM (Soledad Loaeza, dixit), que copó altas posiciones del Gobierno de Peña Nieto —el sistema hacendario y sus satélites para empezar—, no tiene sin embargo dominio, por ejemplo, de la estructura de los delegados federales, centenas de funcionarios designados con Osorio como fuerza gravitatoria. El todavía secretario de Gobernación puede jugar a las contras en las elecciones. De eso se habló en 2016, cuando varias gubernaturas salieron del control del PRI sin que tal cosa pareciera doler a Bucareli (Veracruz, por ejemplo). El mensaje de Osorio en Twitter sobre la comida con Meade habla de unidad, pero también consignaba una frase sintomática: “México el tema principal”, de la “buena plática”, dijo el secretario de Gobernación.Es decir: en temas secundarios, a no dudarlo, se trató lo que Osorio quiere del virtual candidato priista. Y claro que la política se trata de negociar, de ceder. Lo relevante será, con el paso del tiempo, constatar qué tanto pidió Osorio en candidaturas para él y los suyos, qué demandó que no sea incluido en lo revisable o criticable (graves fallas y excesos en el uso del aparato policiaco a su cargo), qué pidió olvidar. En medio de lo que debería ser una emergencia nacional por el descontrol de la inseguridad, con el Gobierno empeñado en sacar porque sí leyes autoritarias como la que ayer avanzó en San Lázaro, con escándalos impunes como el de Pegasus, Osorio tendría mucho qué perder si el candidato del PRI se destacara por pintar su raya de lo que evidentemente no ha funcionado en la procuración de justicia y la atención de las víctimas: un sexenio desperdiciado y al alza en sangre y nuevos deudos. “La unidad es y seguirá siendo la fortaleza del @PRI_Nacional”. Así remató Osorio su tuit. Esa frase se traducirá en un quid pro quo cuyo costo lo pagará la nación. No, Meade no fue el que ganó en esa comida. La factura correrá por cuenta de todos.