Sábado, 23 de Noviembre 2024

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¡Qué desvergüenza!

Por: Daniel Rodríguez

¡Qué desvergüenza!

¡Qué desvergüenza!

Una de las voces de la sociedad que más llama la atención, que se le respeta y tiene menos sesgo político, es la de la iglesia. Esta semana, con motivo del feminicidio de la niña Camila, así como el lichamiento de los responsables en Taxco, Guerrero, desde diferentes nichos de la religión católica se habló claro y fuerte de la realidad de violencia que México vive. Estos hechos “han fracturado el tejido social”, denunció el semanario Desde la Fe -publicación oficial de la Arquidiócesis Primada de México-, señalando que afecta a toda la sociedad y que en buena parte “competen a las autoridades del Estado”.

Hace poco más de ocho meses -28 de julio del año pasado- monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, quien está a cargo de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas en Chiapas, haciendo referencia la violencia en su región -pero que se puede aplicar a todo México- fue muy explícito al decir que “estamos en tiempo de guerra”; el 29 de enero pasado, en la Catedral de Apatzingán, el obispo de la Tierra Caliente, Cristóbal Ascencio García, expresó que “Están presentes la violencia, la corrupción y las desigualdades. Estamos viviendo la manifestación de una violencia infrahumana, pues los grupos delincuenciales han secuestrado sin control a muchas comunidades... no podemos cruzarnos de brazos”, cruzando por nuestra mente aquella ya frase “clásica”del inquilino de Palacio, “abrazos, no balazos”. Y apenas el miércoles pasado, en la misa de cuerpo presente de Gisela Gaytán, quien el lunes fue acribillada cuando termina un mitin en Celaya, el sacerdote César Corres Cadevieco hizo responsables a los políticos y en un arrebato de ira en contra de la situación de violencia que se tiene en el país, dijo “... esos malditos la van a pagar, créanme’.

Ayer, en la portada del diario El Universal donde se destaca en primera plana “Iglesia critica violencia y complacencia ante el crimen”, la nota de ocho columnas fue “Chapitos tiene ejército de vigilantes en Culiacán” y en el subtítulo habla de “Se les conoce como punteros y operan más de 700 en la capital de Sinaloa; su misión, seguirles los pasos a las fuerzas federales y supervisar a los policías estatales”. ¡El colmo! Ya no es la policía la que le sigue los pasos a los delincuentes, ahora son ellos los que vigilan a la autoridad uniformada.

Y desde Palacio, el descaro ante la crisis, López Obrador -como lo mencionó el 6 de marzo- insiste en que todo “es un asunto de publicistas y por la temporada -electoral- ... Como hay elecciones, hay participantes que quieren sacar raja con algún tema y buscar miedo, temor, magnifican los problemas, que desde luego existen, de inseguridad... ”, para terminar con la ya también “histórica” frase, “... pero el pueblo en México está feliz, feliz”.

¡Qué desvergüenza! que ante reclamos sociales reales y llenos de sangre, catalogados en el tercer sitio mundial del Índice Global Organizado de Crimen Organizado de Global Initiative -después de Birmania y Colombia- la respuesta sea en tono burlesco e irresponsable.

¿Usted, qué opina?

Daniel Rodríguez

daniel.rodriguez@dbhub.net

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