Sábado, 23 de Noviembre 2024

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¡Qué borrachera, Palinuro!

Por: Ivabelle Arroyo

¡Qué borrachera, Palinuro!

¡Qué borrachera, Palinuro!

Para Carmen Villoro, con Fernando del Paso.

¡Qué borrachera, Palinuro, la de este año! ¡Desde la mañana hasta la mañana, por todas las mañanas!

Hubo mañanas con carácter indómito que crecían con el aplauso y las horas. Mañanas que se inclinaban hacia la nostalgia, se vestían de regaño y pelo cano, seducían a las normas y doblegaban a las leyes. A todas las leyes, Palinuro, a las de los galenos y a las de los guerreros, a las de los maestros y a las de los caballeros. Las leyes se derritieron en las manos de esas mañanas y se dejaron moldear para decorar nuevos libreros, olvida la estantería de Alejandría, ¡son nuevos tiempos Palinuro!

Y todos los tiempos se recorren en las mañanas. Atravesamos mañanas que derramaron futuros sobre corazones enojados, que trajeron oro para los niños y mentiras hermosas para los jóvenes. Las mañanas se alargaron en leyendas, se detuvieron en lagos agonizantes, salvaron patos, secaron manglares, borraron cerros, inundaron pueblos y calmaron fuegos. Los fuegos eran históricos, como las mañanas; transformadores y purificadores, renovadores de pastizales y de aires urbanos donde antes se libraron batallas de avaricia y gula y diamantes y egoísmo entre seres equivocados.

En las mañanas se perdonó a los equivocados. A los de ayer. Las mañanas reavivaron la amistad con piratas conversos y se libaron copas de amnistía mientras en los rincones de esas mañanas se renovaron los votos de venganza. Hubo mañanas con trompetas, con galardones militares para uniformados de patrulla y horas frías llenas de palabras. Palabras para las horas frías. Micrófono para las palabras. Ecos para el micrófono. Oro para los ecos. Promesas para los oros. Confianza para las promesas.

Hubo una mañana que arropó a una princesa de otros reinos que declamó a otros tiempos y miró a sus muertos.  Otra mañana leímos cartas de airados reclamos a los ancestros de todos, con verdades ocultas en verdades diferentes a las verdades de antes. Mañanas de promesas cumplidas a jefes derrotados de ayer, a maestros de katanas y profesores de voces poderosas. ¡Se liberaron valquirias encadenadas! Se recuperaron óleos de riquezas nobles y envidiadas, se cerraron las venas abiertas del diablo, los veneros de López, el de Zacatecas, ese Velarde de la palabra pegajosa.

Palinuro, si lo hubieras visto, si hubieras medido esas mañanas como Del Paso decía que se medían las espaldas y las paredes en los cuartos de los amantes. A besos, a ombligos, a pesadillas ¿Cuántas pesadillas mide una mañana de hoy? ¿Cuántas felicidades medirá una mañana de mañana?

Ah qué borrachera, Palinuro. Cuántas calles recorridas, cuántos viajes hechos, cuántos amigos perdidos, cuántas náuseas, cuánta alegría, cuántas botellas, cuántas palabras, cuántos pesos centaveados, cuántos futuros posibles ahora que las mañanas traen carbón y aroma a nuestra propia gasolina mexicana, la del futuro que quisimos hace otros pasados.

Ay, Palinuro, qué borrachera la que hemos tenido este año.

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