Viernes, 29 de Noviembre 2024

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Qué acorrientada

Por: Pablo Latapí

Qué acorrientada

Qué acorrientada

Vaya acorrientada que le han puesto a la política en México el Presidente López Obrador y su gente.

No es que nuestros políticos se hayan distinguido históricamente por tener categoría, pero lo del hombre de Tabasco ya es grosero.

En su afán de sacar adelante sus caprichos legislativos, que desde mi particular punto de vista no tendrán mayor trascendencia para el país, ha ordenado el ataque furioso de dos funcionarios contra quienes osen contradecirlo.

Por un lado anda el secretario de Gobernación y por otro la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), y ambos han arremetido furiosos contra Congresos, gobernadores y desde luego contra el propio Instituto Nacional Electoral para tratar de ablandar (o intimidar) a los opositores.

Ambas en teoría son investiduras de primer nivel, pero los funcionarios en turno se están encargando de arrastrarlas.

La presidenta de la CNDH ya salió raspada porque su propio Consejo salió a desmentirla y regañarla.

Y es que nuestra clase política es todo un caso.

Nos han hecho creer desde siempre que son indispensables y que la vida nacional no fluiría sin ellos, por eso ocupan noticiarios, diarios y revistas, pero a fin de cuentas contribuyen muy poco a la construcción del país.

En mis años como periodista no recuerdo un solo político que haya hecho una contribución realmente importante a México.

¿Usted sí?

Los mejor parados han sido aquellos que con talento y carisma han sorteado la situación y con cierta honorabilidad recibieron el apapacho popular.

Pero la gran mayoría han sido vividores que se han despachado con la cuchara grande tanto a la hora de decidir sus presupuestos como funcionarios o miembros de partidos políticos sin olvidar que muchos han recurrido a la corrupción para enriquecerse.

La mejor medición para demostrar que la clase política sin distingo de color no ha sido útil al país es que durante décadas muy poco han cambiado los números de la pobreza en México, existe una impunidad insultante en que la inmensa mayoría de los delitos quedan sin castigo y en el momento en que el crimen organizado y las organizaciones del mal han decidido crecer prácticamente se han apoderado del país y de buena parte de la economía.

La solución ya no radica en cambiar el color de quienes gobiernan.

Somos la gente que ni somos políticos ni estamos cerca de los políticos los que podemos hacer mucho por el país con el trabajo y el afán diarios, alejados de la grilla y discursos inútiles, y apostándole a que solitos ellos se vayan poco a poco dejando el país en nuestras manos: a fin de cuentas buenas y mejores manos.

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