Viernes, 29 de Noviembre 2024

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Presidente electo

Por: Armando González Escoto

Presidente electo

Presidente electo

Y embajadora jubilada. La diplomacia de carrera, que en realidad es la respetable, sigue una lógica diversa a la del sentido común. Si la embajadora de México recomendó con insistencia que el presidente mexicano debía felicitar a Biden desde que era presidente electo virtual, su presencia en Estados Unidos debería ahora verse confirmada según la lógica propia de la diplomacia: sí sabía lo que aconsejaba. También desde una visión de estado de cierto nivel, a menos de que todo el manejo mexicano del proceso electoral norteamericano hubiese estado encriptado y sometido a una cuestión de compromisos y amistades personales, en un espacio donde todo debe ser a nivel de instituciones.

No debemos olvidar que llevamos ya veinte años de política exterior errática, titubeante, fallida una y otra vez, desde aquel desplante ególatra y torpe del “comes y te vas”, o del flamante ministro de relaciones exteriores que confesó, justamente ante los medios de comunicación, no saber nada acerca de tan importante función, pero que iba a aprender “en la marcha”, para luego querer solucionarlo todo desde sus vínculos personales amistosos, condecoraciones de por medio. Para ser un país exteriormente respetable se necesita desarrollar una política exterior respetable.

En Estados Unidos la lucha fue dramática, pero finalmente se impuso una buena mayoría que simplemente no podía ni quería soportar cuatro años más a un mandatario como Trump, el quinto presidente en no ser reelecto en sus doscientos cuarenta y tres años de historia. El hecho de que otros varios millones de norteamericanos pensaran lo contrario es un asunto que deberá analizarse con bastante cuidado.

El discurso de Biden, al ser reconocido oficialmente como ganador, es sin duda ejemplar desde la perspectiva de la democracia, ganó representando a un partido, pero ganó para ser el presidente de todos, no considera estar asumiendo el poder, sino estarlo recibiendo de los electores, su apuesta es por la unidad de toda la sociedad norteamericana en aras de sortear las difíciles condiciones del momento presente, más que actuar como apasionado jugador de un equipo o exaltado público, se presenta como el mejor árbitro, citando ni más ni menos la oración de san Francisco de Asís, “hazme un instrumento de tu paz”.

El beneplácito del resto del planeta fue evidente desde los primeros resultados electorales, pues por lo menos entre las potencias mundiales los valores del presente siguen siendo el multilateralismo, el pluralismo cultural, el libre mercado, el cuidado del planeta, la solidaridad con los migrantes, la democracia participativa, la lucha contra el racismo y la violencia de género, la economía incluyente en que todos ganan, y desde luego, el diálogo y la negociación como el mejor camino en la solución de conflictos, valores todos que el presidente Trump echó por la borda, y que si bien lo miramos, son la expresión actual de los permanentes valores cristianos.

No obstante, México debería aprender la lección, advertir hasta qué punto su permanente postración política, educativa y económica lo puede convertir en juguete del mundo, aprender a mirar hacia otros horizontes y no solamente hacia el norte, diversificar su mercado y trabajar por hacerse respetable en el concierto de las naciones.


armando.gon@univa.mx

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