Finalmente lo verán nuestros ojos. Luego de dos siglos de sufragios en México llegó el año en el que las mujeres van a gobernarlo y todo tendrá otra perspectiva. Sin embargo, -admitámoslo- el desempeño en la silla presidencial no será fácil. En la elección más interesante de la historia en este país, ya sea que la banda presidencial se quede en el partido oficial o en la oposición, la mujer a cargo recibirá al México más lastimado y fragmentado que se haya registrado nunca.El Presidente López Obrador entregará una nación en la que se cometieron cerca de tres mil homicidios de mujeres cada año durante su gestión, pero que sólo una cuarta parte se tipificó como feminicidio; en el que el problema de los desaparecidos va en aumento: se registraron más de 40 mil hasta el año pasado, y ya no hablemos de la guerra contra el crimen organizado que esta administración enfrenta con abrazos mientras militariza la seguridad en cada rincón del país. ¿Quién querría el privilegio de dirigir un país en pedazos? ¿Será que la visión femenina podría hacer la diferencia? ¿La futura Presidenta será capaz de ser una equilibrista como lo hacen todas las mujeres jefas de familia en este país para llevarnos al siguiente nivel? ¿Será que la brecha de género podrá acortarse en el siguiente sexenio? De más está decir que no es suficiente la popularidad de Xóchitl Gálvez o el soporte del partido oficial que tiene Claudia Sheinbaum para resolver la problemática de este país en el que cada vez está mejor organizada la sociedad y tiene la capacidad de cuestionar cada decisión federal. Ser la primera Presidenta de México será un privilegio y un estigma también. Llevar las riendas de un país con una historia machista le hará saber al mundo que el cambio es posible. Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Haití, Chile, Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador en Latinoamérica han probado que una mujer puede con el peso de una nación que ha superado una historia de dictaduras y golpes de Estado. ¿Quién diría que en México llegaría una mujer a la Presidencia antes que en Estados Unidos? Espero que quien porte la banda presidencial no tenga que esforzarse el doble para que le reconozcan sólo la mitad. Recordemos que tenemos un Presidente convencido de estar por encima de la ley; que puede -sin culpa alguna- exponer y vulnerar a cuanto ciudadano se le antoje. Violencia en estado puro, en vivo y en total impunidad. Eso tiene que cambiar.Estamos a unos días de celebrar otro 8M y las calles volverán a teñirse de morado y volverán a escucharse los himnos y las demandas de miles de mujeres contra el abuso machista, pero esta vez será el último año -espero- en el que las reciban con indiferencia y muros de metal. Confío en que una mujer líder pueda recibir a esos contingentes con mesas de diálogo y acuerdos, que pueda reescribir la historia conocida, que pueda -poco a poco- cambiar las etiquetas de “se busca” por las de “encontrado”, que le dé otra dimensión a una madre buscadora, a una mujer desaparecida y a todo aquél que busca justicia. ¿Será posible que una mujer pueda transformar al país? Yo creo que sí, pero no podemos exigir que en un sexenio haga todo lo que los hombres no han podido hacer en las últimas décadas. No es justo recibir un país en el que sólo alcance para pagar las deudas del antecesor, pero es lo que toca cada cambio de gobierno. Debemos ser realistas y dar un paso a la vez. Confío en que como principio la Presidenta pueda zurcir el tejido social desgarrado en el que vivimos y tenga la oportunidad de construir el futuro que nos merecemos; por fortuna, nuestros ojos están por verlo.