Martes, 26 de Noviembre 2024

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¿Por qué, señor? ¿Por qué nos castigas con los verdes?

Por: Salvador Camarena

¿Por qué, señor? ¿Por qué nos castigas con los verdes?

¿Por qué, señor? ¿Por qué nos castigas con los verdes?

Cuando México necesitaba las voces más sensatas, las mentes más serenas, las ideas más acabadas, irrumpen de nuevo los más primitivos de nuestra política: los oportunistas verdes.

La crisis que vive nuestro país por los feminicidios, que surge luego de años de convulsiones por el hartazgo de las mujeres, quienes ya no van a soltar la calles y las redes sociales para denunciar acoso, violencia y desigualdad, esa crisis precisa que la clase política mexicana esté a la altura de un reto que podría redefinir, para bien, nuestra convivencia.

Pero en vez de ello, hemos atestiguado el maratón de tropezones por parte de la administración, no solo del presidente, sino también de su equipo de gobierno (es un decir), que se puso a difundir los lugares comunes de un decálogo presidencial sin profundidad ni pertinencia para atender el reto de la violencia de género.

Si ya era enervante y descorazonador el extravío y la cerrazón mostrada por el poder que debería liderar los esfuerzos para reformar las políticas públicas en cuestiones de género, lo que restaba era esperar que otros actores subieran a la palestra a llenar el vacío dejado por el titular del Ejecutivo.

Pero nunca podemos subestimar la capacidad del llamado partido verde (así, en minúsculas, en correspondencia con su escala) para llevar las cosas al fango.

Paleros del PAN en 2000, cómplices del PRI en 2012 y ahora remoristas, perdón, ahora morenistas de primera fila, los del verde vuelven a las suyas y con su clásica irresponsabilidad salen al debate a proponer que se instale la pena de muerte a feminicidas y violadores, trampa populista que puede capturar simpatías de una sociedad presa del cansancio y la desesperación.

Por qué, señor, por qué nos mandas de nuevo a Arturo Escobar. Por qué no lo dejaste en Chiapas cuando en video quedó registrado cómo junto a él aparecieron miles y miles de pesos en un aeropuerto.

Por qué no lo mandaste, señor, a España, peluca incluida, junto con Enrique Peña Nieto, luego de que fue uno de los pocos funcionarios que no pudo mantenerse en el hueso que le dieron en la Segob peñista.

Qué ofensa tan grande hicimos, señor, los mexicanos, para que ahora en penitencia tengamos que purgar la pena de observar cómo Escobar se codea, ríe y comparte el pan y la sal, con los que prometieron una renovación de la política nacional.

Ya sabíamos que todos los políticos son iguales. Pero, qué necesidad teníamos, señor, de ver a Escobar en el desayuno con el presidente López Obrador el 6 de febrero. A la risa y risa, el que prometió combatir la corrupción y el de los cochinitos, perdón, el de los diputaditos verdes.

Dinos, señor, por qué nos mandas este caliz. Por qué cuando más necesitados estábamos de que alguien elevara el nivel de las propuestas para procurar justicia a las mujeres, por qué se abren las puertas mediáticas a estos saltimbanquis que, oportunistas como los más, quieren granjearse simpatías al proponer la locura de la muerte como principio de justicia.

Tiempos aciagos. En vez de que las mujeres parlamentarias lideren el debate, en mala hora se cuelan Escobar y los suyos a tratar de garantizar su cartera de votos para la siguiente elección.

No les interesa la justicia, sino asegurar visibilidad que les dé votos para garantizar esa presencia parlamentaria ridícula, en términos aritméticos y de fondo, pero rendidora para su partido (es un decir) y sus carreras.

Aquí sí nos fallaste, señor. ¿Por qué le diste alas a estos bichos? Dinos, señor. 

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