Ya el dólar subió, ya el dólar bajó, ya el dólar dicen los que dicen que saben no va a estar estable hasta dentro de no saben cuánto, los que no saben opinan lo mismo que los que fueron a las altas escuelas, y otros que no dicen que saben, dicen que no es cosa nomás de lo qué pasa dentro sino de lo qué pasa afuera. De hecho estos mismos fungían como detractores del ya agonizante Gobierno de Andrés Manuel, al atribuir la estabilidad del peso frente al dólar como fenómeno completamente externo, cosa que a la chaireada no le hacía mucha gracia porque decían, afirmaban con una rotunda voz en alto que en realidad era él, Andrés quien lo tenía así, estable. Yo de dólares y de pesos, para variar querido lector, entiendo muy poco. Parece como si hubiera pasado las clases de macro y micro economía en blanco, pero tengo un par de brújulas que dicen (una vez más) que a los que andan presumiendo que saben no hay que creerles (como en to do). Ya ve, total, empatamos burros y estudiados en una marea de ignorancia y desinformación brutal en la que nomás le hacemos al cuento, y seguimos a la marejada a según con nuestro espíritu de buena ondez o de pesimismo atroz. El país ahora siento que está todavía más dividido por los que siguen pensando que construimos y seguiremos en pos de ya la casi alcanzable patria a la danesa o los que se están yendo de México pero antier mismo porque aquí de a tiro ahora sí nos vamos a convertir en Venezuela. Y yo de veras me pregunto: ¿por qué no se van? Si tienen capital, propiedades, si temen a la expropiación (vea usted como nos salió la petrolera), si aquí no sirven las tapas ni ponen en su copa el vino que tomaron durante el verano pasado en la costa azul, ¿por qué no se van? Si aquí su arte, sus guarros, su chofer, sus comidas con amigos todos los viernes en el mismo lugar, sus relojes y sus joyas no son aptas para gozarlas, ¿por qué no se van del país?Quedaríamos algunos menos, pero tampoco tantos menos. Se iría la minoría que no asume lo qué pasó el dos de junio y lo que ha pasado en las últimas décadas en este país, esta minoría se conforma con tratar súper-súper-súper bien a las señoras de servicio. Son de lo más amables y las cuidan como si fueran familia (lo he escuchado). Pero de no ser esa particular señora de servicio, la que les dobla cada calcetín y les cocina a ellos y a sus amigos y familia, ni en broma les voltearían a ver ni tanto menos se subirían con alguien de esa clase en el mismo camión o en cualquier transporte público. A los que no se van les gusta ser serviciales, me imagino a los españoles también en aquellas épocas de conquista siendo amables con sus inferiores y veo ahora a los mismos españoles enojadísimos con la migración que está llegando como hordas y de distintas nacionalidades a su territorio. Qué difícil problema el de la migración, tampoco la verdad sabría como resolverlo. Pero a esos que creen que van a tener que compartir un asiento en el camión, que van a tener que dejar de ser tan ricos, que preferirían que el narco pactara con el gobierno y que pasan todo el tiempo posible fuera del país, les volvería a preguntar ¿por qué, de una vez por todas, no se van?argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina