En donde unos ven al demonio privatizador en persona, otros atestiguan la salvación divina de lo público vía la iniciativa privada.La verdad es que los beneficios y riesgos de una inversión de particulares o empresas en infraestructura de alto impacto social, como la Línea 4 del Tren Ligero, se entienden mejor con ejemplos concretos.Comparemos el Tren Ligero y el Macrobús. El primero es una obra construida y operada por el gobierno, el segundo, un bien público construido en coinversión entre gobierno y transportistas, pero concesionado y operado por particulares.Pensemos ahora en los pasajeros. ¿Cuál de los dos brinda mejor servicio? Las tres líneas del Tren Ligero alcanzan estándares de calidad y satisfacción del usuario cercanas a la excelencia que no tiene el resto del transporte público en la metrópoli. Incluso los pasajeros cuidan mucho más el Tren, raramente vandalizado.En la última encuesta del Imeplan, el Macrobús fue evaluado por los usuarios con una calificación inferior a la del Tren Ligero. En los últimos años crecieron las quejas por las deficiencias en el servicio, sobre todo debido a las esperas de hasta 40 minutos para abordar una ruta alimentadora, a cargo también del concesionario.De hecho, esta administración estatal a su llegada denunció el estado de abandono de la infraestructura del Macrobús y el rezago del sistema de prepago, así que obligó a los transportistas a realizar mejoras. Eso les valió que en 2020 les ampliaran la concesión por otra década.Los privados, en este caso transportistas, buscan garantizar sus ingresos pues invirtieron en un negocio –que a su vez es un servicio público y un derecho humano a la movilidad. La falta de un buen apretón al concesionario, la complacencia o cualquier contratiempo no previsto en una concesión impacta en la calidad del servicio a largo plazo.Nadie duda que el Macrobús, pese a sus deficiencias, y la Línea 4, pese a los riesgos del modelo de inversión, son obras necesarias y positivas para la ciudad. El Macrobús mueve a 105 mil usuarios al día, casi lo mismo que los que moverá la Línea 4.No hay duda de los beneficios. Una coinversión como la de la Línea 4 genera captación de recursos, crecimiento económico local, desarrollo de infraestructura.Pero también hay riesgos. En 20 años nadie recordará a Enrique Alfaro como el responsable de un mal servicio, igual que ahora nadie recuerda a Emilio González por las deficiencias en el Macrobús. Ellos, como todos los gobernantes, pasarán. Nosotros nos quedamos con sus obras concesionadas.Por eso mismo, aprendamos a diferenciar un servicio público en manos del estado y uno en manos de privados. Por ejemplo, los transbordos gratuitos o con descuento de la Línea 4 con el Macrobús y Peribús serán un factor de negociación en las cláusulas del contrato, en donde el empresario buscará maximizar sus ingresos, no garantizar el derecho a la movilidad.Es casi seguro que el consorcio Mota-Engil construirá y operará por 38 años la Línea 4 –no hay muchos competidores que puedan invertir más de 5 mil millones de pesos.Ni modo. La Federación no cumplió con la entrega de recursos y los privados entrarán al quite. Sólo cuidemos muy bien las letras pequeñitas del contrato.