El legado moral de una nación es un intangible de enorme valor. Puede constituir un lastre o convertirse en un motor en la evolución de las sociedades. La Segunda Guerra Mundial dejó una huella indeleble en Europa, y especialmente en Alemania donde la obligación de no olvidar es un imperativo cultural. Los testimonios de la barbarie racista autocrática, no solamente están en los museos o los espacios públicos, constituyen una parte esencial de la voluntad de ser una nueva nación con una conciencia moral tolerante. En los Estados Unidos se desarrolla una confrontación interna entre la extrema derecha intolerante, supremacista inmersa en un racismo que parece interminable; y la visión liberal, progresista y tolerante. Ambas naciones han logrado la prosperidad material de la mayor parte de sus habitantes y están colocadas en la vanguardia de las iniciativas globales. Ambas naciones tratan de muy diferente forma su legado moral. La filósofa estadounidense Susan Neiman publicó en su obra Learning From the Germans: Confronting Race and the Memory of Evil, un análisis que compara las dos formas de procesar la herencia del racismo y la violencia excluyente a partir de su propia experiencia. Por medio de entrevistas en ambas naciones en las que vivió, relata y sostiene una posición crítica respecto a la forma como nuestros vecinos han lidiado con un mal que aún persiste en muchos grupos activos en la sociedad y las formas como los alemanes, lo han hecho, según su criterio, más asertivamente. Hace algunos meses se publicó profusamente en los medios globales una fotografía de Angela Merkel, de pie, apoyando sus brazos en una mesa, confrontado a un Donald Trump, sentado, cruzado de brazos y rodeado de mandatarios y funcionarios. Esa imagen, puesta en la perspectiva del tiempo, pude reflejar lo que Nieman sostiene: la necesidad de identificar las formas como el mal de la intolerancia y la violencia persiste en nuestras sociedades, y a partir de eso trabajar en combatirle mediante el ejercicio de la libertad en la legalidad.Angela Merkel volverá a sus actividades cotidianas y se sorprenderá con los pájaros como apareció hace unos días y Europa y el mundo echará de menos ese criterio firme y tolerante con el que se desempeñó. Parte esencial de su legado está en la forma cómo gestionó la unificación alemana manteniendo la obligación de recordar constructivamente el sacrificio de millones de personas. Queda en Berlín el testimonio a la memoria del uso del hombre como medio instrumental, para que nunca más se use a la ley, a la propaganda y a la política para matar la dignidad humana.Desde hace muchos años en México existen grupos que instrumentalizan al hombre para fines criminales. El tráfico y la desaparición de personas constituye una forma renovada de esa malignidad que segrega, utiliza, tortura y mata. Vivimos desde hace muchos años una época obscura, con el mal inserto en los tejidos de muchas comunidades. Nieman relata como en Missisipi en 1955 se decía: “Si yo fuera católico y viviera en el sur, estaría preocupado. Si fuera judío, haría las maletas. Si fuera negro, me iría”. Eso no está lejos de lo que sucede en regiones de Honduras, El Salvador, Guatemala y México en donde la cantidad de personas desplazadas crece continuamente. Quienes hacen las maletas son los más humildes, indígenas, negros, segregados todos. El legado moral de los mexicanos, como nación que ha expulsado a decenas de millones de emigrados, implica respetar los derechos de los migrantes y trabajar en las causas profundas que han desatado el crecimiento de una maldad que se extiende a la sombra de la gran indiferencia social. Quizá dentro de algunas décadas esta generación en toda Norteamérica, sea juzgada precisamente por la indiferencia ante la malignidad; entonces seguramente serán nombradas las víctimas que ahora parecen invisibles. Como invisibles han sido las que padecieron en el Sur de los Estados Unidos y las que tratan de ser recordadas en Berlín. Nos corresponde convertir esa herencia moral en un motor para consolidar una sociedad más libre, tolerante y justa que tenga en la memoria que el respeto a la dignidad de cada persona es el límite infranqueable.luisernestosalomon@gmail.com