Sábado, 23 de Noviembre 2024

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Por la continuidad de los parques

Por: Juan Palomar

Por la continuidad de los parques

Por la continuidad de los parques

Es muy antigua la conciencia, en el seno de las ciudades, de la necesidad de contar con un ámbito vegetal que amortiguara de alguna manera la presión de lo construido y que significara la presencia de la naturaleza como un componente esencial del ámbito urbano.

De allí se desprende la costumbre centenaria de seleccionar importantes predios de las ciudades mexicanas para destinarlos a la creación de alamedas. Lugares de recreación y amenidad, de cultivo de especies varias, de una pedagogía biológica que siempre ha actuado tanto por el mero contacto físico como por el estudio más detenido.

En Guadalajara contamos así, desde el siglo XVIII, con la Alameda, hoy conocida como Parque Morelos, como el espacio natural más antiguo de la ciudad. Fue formada en el paraje situado entre los dos brazos que allí se formaban del río de San Juan de Dios. Su trazado correspondió a los principios renacentistas y su búsqueda de la armonía y la correcta composición de sus proporciones.

Contemporáneo a la Alameda, existe otro valioso parque histórico: el Jardín Botánico frontero al Hospital de Belén, del que forma parte esencial, ya que en tal espacio debían cultivarse toda suerte de especies destinadas a los procesos curativos de los pacientes. Su trazado respondió también a parecidos principios. Ambos parques han atravesado los siglos con algunas alteraciones y mutilaciones, con temporadas de mayores cuidados y épocas de mayor o menor incuria. Sin embargo allí están hoy, dando testimonio de la historia. Ambos han sido intervenidos favorablemente en los últimos tiempos y es de esperarse que sigan guardando apropiadas condiciones, y mejorando, en el futuro.

El parque del Agua Azul nace a fines del siglo XIX al adquirirse para el Ayuntamiento el gran predio en donde se ubicaban los manantiales que contribuían a alimentar al inicio del río de San Juan de Dios. De ser una mera arboleda se fue avanzando para conformar un parque dotado con un lago, albercas, y una rica vegetación. Por el mismo tiempo se instituyó, en el oriente de la ciudad, el parque de San Rafael, de cuyo aparentemente gran calado no es ahora mucho lo que queda.

Los Colomos es, sin duda, un emblemático equipamiento que, a pesar de los pesares, se ha consolidado a través de más de un siglo como un foco de salud ambiental y de esparcimiento para la población. Es más que deseable que su área se pueda ampliar y consolidar para beneficio de centenares de miles de habitantes. Ya en el pasado siglo se formaron los parques Alcalde y varios otros, derivados de las ordenanzas municipales.

Un par de grandes parques sin duda muy atinados fueron el Parque Metropolitano y el Parque de la Solidaridad. Plausiblemente se informa ahora de significativas inversiones en éste último. El grado de civilización y salud en las ciudades se mide por la continuidad de los esfuerzos para dotarlas de parques apropiados. Sea este el destino de Guadalajara.

jpalomar@informador.com.mx

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