Sábado, 23 de Noviembre 2024

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Ponerle fin a la apatía política

Por: Guillermo Dellamary

Ponerle fin a la apatía política

Ponerle fin a la apatía política

Uno de los más grandes males que puede vivir una sociedad es el desinterés por los asuntos públicos. El “no me importa”, ni me interesa. Pase lo que pase allá, no me preocupa, hasta que los problemas toquen la puerta de mi casa, entonces sí reaccionamos y tomamos cartas en el asunto. Mientras tanto, domina la apatía social.

Si algo podemos reconocer que ha provocado este régimen de la 4T, al polarizar tanto a nuestra sociedad, confrontándonos entre los mexicanos, unos por conservadores, otros por neoliberales, o por fifis, o por enemigos declarados del progreso histórico, es que ha comenzado a despertar al colectivo de México, hasta ahora más dormido que despierto.

Un mexicano que vive centrado en sus asuntos personales y familiares y que no se ocupa de nada más allá que de sacar su licencia para conducir, su pasaporte para viajar y una cuenta de banco para tener su dinero. Y cuando mucho, trata de cumplir, a regañadientes, con los reglamentos y permisos para abrir un negocio o verificar su auto.

El mexicano parece ser apático a la política por naturaleza, a no tener interés por los asuntos públicos, a no ser que, como ya hemos dicho, le afecten en lo personal, como cuando no recogen su basura, le llegan cargos extras en el recibo de la luz o el agua, y entonces sí va a reclamar y hasta suele hacerlo de mala manera.

Nos quejamos de muchas cosas, pero finalmente no hacemos nada por cambiar nuestra realidad político-social.

Creemos que basta con votar, si se nos antoja y da la gana, y mientras no sean períodos electorales, seguimos en la rutina, sin querernos enterar más allá de algunas noticias.

La apatía es una característica de nuestra manera de ser, y sólo bajo ciertas circunstancias logramos derrotarla y nos levantamos con molestia y enojo por lo que estamos viviendo; y entonces sí aparece el México bárbaro del que tanto habló John K. Turner, y surge el agresivo, el inconforme, el violento, el intolerante, el que lucha por cambios y se esmera por querer algo diferente.

Eso es lo que comienza a pasar con la dieta de abrazos no balazos en el contexto del abuso de la delincuencia en la población rural y ejidal. Precisamente entre los más marginados y aislados. Entre los pobres y los que viven en los barrios, es donde la impunidad más se ha apropiado de los municipios y colonias.

Participemos unidos para poner un alto a la ilegalidad.

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