Les propongo hacer un ejercicio. Pensemos en la palabra “polarización” y sus posibles resignificados. Escuchamos a menudo que somos una sociedad “polarizada” en alusión a dos polos irreconciliables: chairos y fifís, conservadores y transformadores, derechosos e izquierdosos.Ahora piensen en una sociedad “polarizada”, pero engañen a su cerebro. En vez de imaginar una sociedad “dividida”, como se emplea el término en medios y charlas de café, piensen en otro significado: el que alude a un cristal polarizado.Un vidrio polarizado en un auto reduce el paso de la luz, impide ver al interior del vehículo y nos regresa nuestro propio reflejo opaco.Somos una sociedad polarizada, díganse, pero en este nuevo sentido: opaca, incapaz de dialogar con transparencia, encerrada en su propio reflejo o hermética. Una sociedad polarizada que dialoga sólo con sus sombras y prejuicios.¿Notan cómo cambió el significado de un vocablo en este nuevo contexto? ¿Ven las vías que se abren para imaginarnos de una manera distinta? ¿Advierten la enorme oportunidad de desmontar prejuicios y lugares comunes que dominan nuestro debate público?Llevemos a otro plano este experimento. Desmontemos la palabra como esos juegos de Lego que nos permiten crear figuras. En vez de sociedad “polarizada” hablemos de una sociedad “pulverizada”. ¡Cuántas posibilidades de significados se abren a partir de esta frase!Las palabras son llaves que abren o cierran puertas.Estoy convencido de que hay un agotamiento del lenguaje en temas vitales de la agenda pública como la seguridad –el uso de las mismas palabras y la repetición de lugares comunes– que hacen imposible imaginar nuevas salidas al problema.El anquilosamiento del debate público es fundamentalmente un problema de lenguaje.Debo decir que estas reflexiones y el ejemplo de la palabra polarización surgieron de la lectura del libro “Gramáticas de la frivolidad” (FCE, 2014) del escritor, académico y filósofo del lenguaje David Bak Geler.En el libro, Bak Geler reflexiona sobre siete diferentes usos, incluso contradictorios, de la palabra frivolidad. Según el hablante o grupo que la emplea, esa gramática enfoca el mundo de una manera, perfila ciertos intereses y figuras.Después de su libro “Reparto de máscaras: paleros, acarreados y reventadores” (2022) y “Ternuritas” (2023), puedo afirmar que Bak Geler es uno de los pocos autores que reflexiona sobre nuestra vida pública desde el lenguaje y las palabras.En mi cuaderno de hace dos años anoté una frase tras una entrevista con Bak Geler: “Cuando no hay discusión sobre las palabras, no hay política”.Ignoro si la leí en uno de sus libros, si me la dijo o la tomé de otra parte. Le preguntaré hoy a las 19:00 horas en el stand del Fondo de Cultura Económica, en la FIL Guadalajara, en donde lo acompañaré a presentar su libro “Gramáticas de la frivolidad”. Si pueden, allí nos vemos.