Los resultados, insuficientes para echar a vuelo las campanas, tampoco pueden calificarse de catastróficos: es factible que los “Tigres”, como locales, reviertan el 2-1 adverso del miércoles ante el Alianza de El Salvador; que el América, en México, incline la balanza a su favor tras el 1-1 del partido de ida ante el Comunicaciones, en Guatemala; que el Cruz Azul, si ya ganó por 2-1 como visitante, ratifique, en México, su superioridad sobre el Portmore United de Jamaica…Lamentablemente, los comentarios en el sentido de que los “Tigres” –y particularmente su técnico, “Tuca” Ferreti— regatean a esos compromisos la dimensión que les corresponde; los desgarramientos de vestiduras de Miguel Herrera, técnico del América, porque el arbitraje perdonó dos penalties, dos, y una expulsión a los chapines (y ya se sabe que si es difícil jugar contra once es más difícil aún hacerlo contra doce… sobre todo si el jugador número 12 es el silbante), y la grave lesión que probablemente prive al Cruz Azul de la presencia de Pablo Aguilar en su alineación de seis a ocho meses, son altos precios que deben pagarse por participar en la Liga de Campeones de la Concacaf.* La Concachampions, como también se le denomina, aspira a ser la versión tercermundista de la prestigiosa Champions League… Debiera ser, en teoría, más que el escapare, el trampolín del futbol mexicano en el irrenunciable entorno geográfico en que los acomodó el destino, para escalar posiciones en el concierto internacional del deporte.Fastidioso, porque a los rivales del área norte, centroamericana y del Caribe se le suele ver por encima del hombro: como “poca cosa”, desde la perspectiva de críticos, dirigentes y aficionados; fastidioso, también, porque representa gastos de traslado que casi nunca se recuperan, porque la visita de equipos centroamericanos dista mucho de constituir imán de taquilla para los aficionados mexicanos; fastidioso, sobre todo, porque si el precio de las victorias que se buscan en esas batallas ocasionalmente consiste en percances tan lamentables como la lesión de Aguilar, bien pueden calificarse de “pírricas” las victorias que en dichas batallas se consiguen.* Lamentablemente, por magros que parezcan los frutos y por altos que parezcan los precios, es la única manera de seguir el reciente ejemplo del Monterrey, con su plausible desempeño de diciembre pasado en el Mundial de Clubes… que aún le sigue pasando factura en la Liga casera.