Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Persiguiendo la Esperanza

Por: María Belén Sánchez

Persiguiendo la Esperanza

Persiguiendo la Esperanza

Día a día despertamos con un íntimo deseo de que el presente amanecer sea mejor que el ayer, y que las cosas salgan a favor nuestro conforme deseamos, y que no importa si llueve, si hace calor o frío, que todo coincida a nuestro favor.

Muchas veces se lo pedimos a Dios, implorando que nos eche la mano, pero, para decir la verdad, no siempre ponemos de nuestra parte para que todo coincida tan y como lo esperamos y creemos sea lo mejor para nuestro propio bien.

No obstante, sea el camino que emprendamos cada mañana, y lo hayamos hecho durante todo el día, al llegar la noche volvemos a mirar al cielo y vemos de nuevo brillar esa lucecita que nos hace pensar que el mañana será mejor y que a pesar de todos los presagios nebulosos, la “esperanza” seguirá brillando en nuestros horizontes.

Eso es un hecho, la Esperanza está viva y estará siempre presente, porque como frecuentemente repito, no es verdad que todo tiempo pasado fue el mejor, antes bien, lo que siempre vemos como lo máximo y lo mejor, es el futuro, porque es precisamente allí donde reside la esperanza que no muere, que nos acompañará perennemente hasta el último día de la existencia.

Por eso es que nos agobian las malas noticias, por eso es que tenemos que avivar siempre el fuego de esa esperanza viva que nos acompaña desde el día que vimos la luz primera en este mundo.

Pero ciertamente también a la hora de reflexionar seriamente, con sinceridad podemos darnos cuenta de que no siempre tenemos esa actitud positiva, y que a menudo ponemos más trabas y obstáculos a ese verdadero proyecto que podría ser nuestro mejor logro.

Por eso volveré hoy a repetir la invitación de mirar al cielo, de no prestar oído a tanta influencia negativa, y más bien aportar nuestro pequeño porcentaje a la mejoría de nuestros ambientes en todo lo que está en nuestras manos.

Muchas veces tenemos que preguntarle al propio corazón: ¿cuál es mi meta, en qué Dios creo, y cuánto colaboro para que la vida sea más vida, para que la esperanza crezca y florezca en cada ambiente, en cada corazón y en cada vida?

Si todos uniéramos nuestra fe pidiendo a gritos que lo más importante sea la esperanza nuestra de cada día, podremos ver cómo muy pronto los frutos serán visibles y abundantes.

Hace muchos años, nuestro lema citadino era: “Ciudad amable” y ciertamente esa es la imagen que he llevado siempre en el corazón, desde niña, porque verdaderamente se respiraba un bello ambiente.

Y eso no lo hace tan sólo un slogan, ni una persona aislada. 

Todos y cada uno, ponemos un pequeño aporte y solamente así podemos volver a ver sonrisas amables, generadoras de esperanza, en un ambiente donde lo principal es lo que vive en cada uno.

Hoy vuelvo a insistir en que esta reflexión haga brotar una oración sincera y al mismo tiempo que damos gracias a Dios por el maravilloso don de la “Esperanza”, le pedimos que nos ayude a construirla, a cuidarla y a comunicarla en todo nuestro entorno.

Recordemos también que después de cada nublado, luce más brillante el sol; y que las tormentas nos traen frescura y verdor a esos campos que serán también abundancia de frutos y alimentos.

Así, la Esperanza también traerá consigo muchos otros frutos y bendiciones que podremos esparcir a nuestro paso.

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