Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Permanencia voluntaria

Por: María Palomar

Permanencia voluntaria

Permanencia voluntaria

La compañía Cinematográfica Calderón produjo a lo largo de más de siete décadas alrededor de 250 películas, además de contar con sus propios estudios y manejar una cadena de 36 cines. Había sido fundada en 1910 y sus últimas producciones son de la década de 1990. 

Cuando la compañía cerró definitivamente en 2014, su enorme archivo quedó en casa de Guillermo Calderón, el último de los tres hijos del fundador que se dedicaron también al cine. Había miles de rollos, documentos y fotografías, un legado que podía haber quedado en el olvido por muchas razones, empezando por el desdén generalizado hacia un cine que invariablemente produjo lo que se llaman “churros” de gusto popular y sin pretensiones artísticas. Fue un cine de luchadores, de rumberas y ficheras, de momias aztecas, de culebrones que se querían “atrevidos” para la época. Pero tuvo sin duda un enorme y longevo arrastre popular y fue toda una industria que merece ser explorada y reevaluada como barómetro social, cultural y económico de México (y como tal lo entiende y lo aprecia Emilio García Riera en su monumental Historia del cine mexicano). Era un cine plebeyo y vulgar, según los críticos; su factura era generalmente modesta, su humor (muchas veces involuntario) es de brocha gorda; nunca pretendió ser otra cosa que una fábrica de películas populacheras. Pero la nómina de los directores y actores de ese cine incluye muchos nombres distinguidos de la cinematografía mexicana, lo que habla de su indiscutible éxito, y además esa industria tuvo el mérito -que no es menor- de haber sido capaz de divertir, atraer y dar gusto a las clases menos favorecidas, y de haber quedado en la memoria y alimentado la imaginación de generaciones de mexicanos.

El salvamento de ese gran archivo ha corrido a cargo de un miembro de la familia Calderón, Viviana García Besné,* bisnieta del fundador y ella misma cineasta (directora, guionista, editora), quien se echó a cuestas la misión. Al principio se le ocurrió lo más obvio: ofrecerlo a las grandes instituciones fílmicas de México. Creyó que saltarían de gusto ante la oferta, pero pronto se decepcionó: comenzaron a ponerle peros y a querer escoger sólo ciertas partes del acervo. Y, encima, los apoyos oficiales para la cultura comenzaron a disminuir hasta llegar a la espeluznante situación actual. Nadie le hacía caso, ni siquiera porque en 2017 se cumplieron cien años del Santo, el más icónico de los luchadores.

Viviana García Besné no se resignó a que el archivo fuera destazado. Montó el proyecto que lleva el título de Permanencia voluntaria y ha conseguido apoyos importantes en Estados Unidos y en Europa para la conservación, renovación y exhibición del material. Por estos días se proyectan en Madrid, en la Cinemateca Española una serie de películas clásicas Calderón.**

Una de las muchas maravillas del archivo consiste en que las películas captan momentos de la historia del siglo XX escasamente documentados: paisajes urbanos y rurales, edificios y grupos humanos, plazas, mercados, modas, arquitectura… que en buena parte no existen ya. Entre las curiosidades están los negativos originales de las películas del Santo, incluyendo la primera, Santo contra el Cerebro del Mal, y una secuela, Santo contra hombres infernales, filmadas en Cuba en los meses inmediatamente anteriores a la revolución.

*https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/7284940.pdf

**hoja-de-sala-b-de-octubre-2021---filmoteca-espa-ola.pdf (culturaydeporte.gob.es)

Cuando la compañía cerró definitivamente en 2014, su enorme archivo quedó en casa de Guillermo Calderón, el último de los tres hijos del fundador que se dedicaron también al cine

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