Duelen las muertes de los colegas periodistas abatidos impunemente, al igual que duelen los asesinatos de mujeres, de obreros, estudiantes, madres buscadoras de sus hijos o de adolescentes que son la carne de cañón de una guerra que lacera a todo México. Todas las muertes causadas por esta guerra infernal que carcome nuestra sociedad, deben dolernos. Pero hoy toca condolerse por las muertes de los colegas.En lo que va de enero, tres compañeros cayeron abatidos por las balas: José Luis Gamboa, el 10 de enero en Veracruz; el fotorreportero Margarito Martínez Esquivel, el 17 de enero en Tijuana; y también en esa ciudad, Lourdes Maldonado López, el 23 de enero. El dolor e impotencia por esta tres muertes al hilo entre comunicadores, se transformó en ira y rabia contra la situación imperante y provocó una nueva oleada de manifestaciones públicas de periodistas, trabajadores de medios y sociedad solidaria que arropa a quienes trabajamos para producir y difundir información que sirva a la sociedad. En apenas dos días, se convocó y se organizaron manifestaciones públicas en cerca de 50 ciudades de todo el país, bajo las consignas #NoSeMataLaVerdad, #PeriodismoEnRiesgo, #SinMasPeriodistasEnSusListas. En este momento que escribo, se están celebrando gran parte de las protestas de comunicadores, estudiantes y sociedad civil en solidaridad con sus periodistas de cada ciudad y por los de todo el país. Es una protesta necesaria en México, considerado como uno de los peores países para ejercer esta profesión. Desde el año 2000 se ha asesinado al menos a 148 periodistas por ejercer su oficio, según recuento de la organización Artículo 19. En lo que va del actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador se han cometido 28 crímenes contra periodistas. El actual gobierno que prometió una transformación de la vida pública nacional, no ha hecho lo suficiente para impedir que sigan asesinando comunicadores, con el agravante de que persiste la impunidad en la investigación de estos crímenes. La coalición de intereses políticos, económicos o criminales a quienes la información, reportajes, investigaciones y denuncias que produce la prensa no sometida, conforma un entramado de simulación e impunidad que propicia que quienes cometen estos crímenes casi nunca serán castigados. La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (Feadle) inició 3,419 investigaciones por agresiones a periodistas y comunicadores desde 2010, y solo en 28 casos se habían logrado sentencias contra los responsables. Es decir, una impunidad mayor a 99 por ciento. De acuerdo al Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), México ocupó el sexto lugar en el índice de Impunidad Global de asesinatos contra periodistas, apenas debajo de Somalia, Siria, Irak, Sudán del Sur y Afganistán (Animal Político, 25 enero 2022). Todos los países de la lista viven situaciones de guerra civil abierta o invasiones imperiales que destrozaron sus naciones. México está en ese rango de riesgo. Se ejerce el periodismo en un contexto de violencia que puede calificarse de guerra informal. Este es el contexto en el que los periodistas ejercemos nuestra profesión. Es necesario hacer conciencia de este contexto para tratar de detener la guerra que se ejerce contra el gremio.Si bien son esperanzadoras y necesarias, las protestas y manifestaciones públicas no han logrado detener toda la violencia organizada contra los periodistas. Las manifestaciones por el asesinato de José Luis Gamboa, Margarito Martínez y Lourdes Maldonado son otro ciclo de protestas como antes nos hemos movilizado por el asesinato de Regina Martínez, de Moisés Sánchez, Javier Valdez o Miroslava Breach en años anteriores. Las protestas públicas son necesarias, pero hasta ahora insuficientes para detener la guerra contra los periodistas.Tal vez solos no podamos detener esta violencia. Tal vez debemos sumar las protestas de los periodistas a las de las madres que tienen desaparecidos, a las de las familias que esperan que completen e identifiquen los cuerpos de sus hijos en la morgue; tal vez debemos sumarnos a los defensores del territorio que probablemente sufren una guerra más sangrienta, al igual que la que padecen la mayoría de adolescentes y jóvenes que son la primera línea, la carne de cañón de esta guerra informal que nos sangra y lacera. La guerra tiene un fin, no es al azar, por más que lo parezca. La guerra informal desatada por los intereses políticos, económicos y criminales necesita de la violencia para proteger sus intereses presentes y futuros. Con la violencia se expanden ciclos de acumulación de capital, se arrebatan y protegen territorios y se financian campañas y cuentas bancarias de los políticos que cuidan que este orden siga reproduciéndose, mediante la impunidad y la corrupción.De ahí la escala y magnitud de la violencia que también azota a los periodistas. Pero detenerla será tarea de todos. De otro modo, solo será cuestión de tiempo para sumar otro periodista a la lista. Ya no más.rubenmartinmartin@gmail.com / @rmartinmar