Jueves, 28 de Noviembre 2024

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Perfil de la elección presidencial de Estados Unidos

Por: Sergio Espinoza

Perfil de la elección presidencial de Estados Unidos

Perfil de la elección presidencial de Estados Unidos

Suele decirse que la democracia estadounidense es la mayor del mundo. Existen al menos dos acepciones en que esta aseveración podría considerarse imprecisa: por un lado, su elección presidencial se conduce a través de un sistema de votación indirecto, resultando en que no siempre la decisión de la mayoría de la población termina prevaleciendo, y por otra parte, está basada en un sistema partidista excesivamente apalancado en capital privado, a través de, entre otras organizaciones, los comités de acción política (PACs), lo que la hace sumamente vulnerable a organizaciones con el poder económico suficiente para influir decisivamente en la agenda pública e imponer sus intereses, muchas veces en detrimento de los intereses de las mayorías.

La relevancia de los comicios de 2020, sobra decirlo, alcanza escala internacional, por el papel principalísimo que ocupan los Estados Unidos en la gobernanza global. El proceso electoral ya comenzó, con la ronda preliminar de votaciones primarias del partido demócrata. Para bien o para mal, Donald Trump ya cambió sustancialmente el panorama político estadounidense y su peso se siente con especial fuerza en los reajustes que han sufrido los demócratas desde su dolorosa derrota en 2016.

Entre la veintena de precandidatos oficialmente apuntados a la interna demócrata encontramos progresistas con tendencias que tradicionalmente habrían sido consideradas radicales en los Estados Unidos, como es el caso de Elizabeth Warren y Bernie Sanders, con fuertes simpatías a lo largo de amplios segmentos del electorado base demócrata e incluso del swing vote. El tradicional “centrismo” demócrata, en muchos rubros indistinguible de las posiciones duras de los republicanos, particularmente en los últimos veinticinco años, encuentra hoy oposición en una nueva generación de políticos convencidos de que su organización debe dar un vuelco decisivo hacia políticas más heterodoxas en temas como educación, salud, defensa y política exterior.

Esta ola progresista obedece a un cambio demográfico en las preferencias electorales pero también a un desencanto bastante extendido entre los votantes estadounidenses con el sistema político que prevaleció hasta 2015. Donald Trump es la expresión más radical de este desánimo social, desde la derecha. Con la vista puesta en noviembre de 2020, la oposición demócrata en la Cámara de Representantes se ha mostrado especialmente combativa, sobre todo después de las intermedias de 2018, con las políticas de Trump. La solicitud de la líder de la Cámara, Nancy Pelosi, de iniciar el procedimiento de “impeachment” al presidente por violaciones a la Constitución abre extra-oficialmente la campaña electoral, en una jugada riesgosa en términos políticos pero coherente en el ámbito de la ética pública.

Finalmente, otro aspecto de primer orden en la campaña será el papel de la opinión pública, de las encuestas y de las redes sociales, que ya ocuparon un rol principal en 2016. El desastroso tino de los estudios de opinión ya fue criticado con fiereza anteriormente y no sobra recordar el ominoso papel que jugó Facebook en el affaire de Cambrige Analytica, contribuyendo a diseminar información imprecisa o falsa entre un número bastante nutrido de votantes. No hay certezas de que se hayan implementado instrumentos institucionales o jurídicos suficientes para evitar que la guerra de desinformación vuelva a ocurrir, pervirtiendo así los mecanismos de la democracia. La mayor del mundo, todavía asienten, orgullosos, sus adalides. 

*Sergio Espinoza es maestrante en Global Politics & Transpacific Studies

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