Obtuve mi primer empleo en 1999 como encargado de paquetería en librerías Gonvill. En ese momento lo ignoraba, pero mi futuro cambió drásticamente sólo por un par de años. Si hubiera empezado a trabajar en 1997 -requisito imposible, pues era menor de edad- habría cotizado con la anterior ley de pensiones. La diferencia es sencilla: me jubilaré con alrededor del 40 por ciento de mi salario -si bien me va- en vez del 100 por ciento. Igual que yo hay millones de trabajadores en México que comenzaron a cotizar en el IMSS después del primero de julio de 1997. Es fácil ubicarnos: somos la generación Afore. Los que iniciaron a cotizar antes -mis padres- están bajo el régimen de la ley de 1973 en donde el Estado les garantiza su pensión de las finanzas públicas. Esa es la pequeña gran diferencia. Pero tampoco es tan sencillo. ¿Quién vive con el 40 por ciento de su salario? Yo podría… si dejo de pagar renta, salir los fines de semana, me hago abstemio, doy a Segismundo mi gato en adopción, renuncio a vacacionar y cazo mi propia comida. Exagero. Pero es una preocupación real de muchos (o debería serlo). Por eso para mí la reforma más importante de la decena de iniciativas que presenta hoy Andrés Manuel López Obrador es la de pensiones. Ésta busca garantizar el cien por ciento de jubilación a los trabajadores de mi generación. Esa propuesta esconde una gran incógnita: ¿de dónde diablos saldrá el dinero para pagar una jubilación del cien por ciento a los trabajadores? México gasta el 22 por ciento de su presupuesto en subsidiar los esquemas de pensiones, un gasto creciente porque cada vez seremos una población con más adultos mayores. Hasta ahora especialistas, empresarios y analistas han expresado la misma conclusión: es inviable, imposible y casi una locura cualquier reforma de pensiones. No hay dinero suficiente. Tienen razón. Sin embargo, la propuesta de AMLO despejará cualquier duda. ¿Cómo lo hará? ¿Con una reforma fiscal profunda -más impuestos- en el próximo sexenio? ¿Deuda? El Presidente ha impuesto como condición que el gasto lo haga el Estado, ya no los patrones. El PRI ha dicho que apoyará esta reforma siempre y cuando el Gobierno federal explique de dónde saldrá el dinero. Estamos ante una oportunidad histórica. Hoy sabremos su verdadero calado y se descubrirá la incógnita. Unos dicen que será una bomba fiscal para las finanzas públicas en el mediano plazo. Otros aseguran que es el salvavidas que necesitaba nuestra generación. Y hay quien dice que sólo se trata de una cortina de humo inviable y electorera de cara al 2 de junio.Hoy hay que fijarnos en el cómo de la propuesta para conocer la respuesta correcta.