Gisèle Pélicot sacó fuerzas para ser valiente, sumamente valiente. La mujer se está enfrentado, en un juicio público, a su marido y 51 hombres que abusaron de ella en Francia. Su esposo Dominique Pélicot, su verdugo, la drogó durante una década hasta dejarla inconsciente, entonces, invitaba a sujetos a su casa para que la violaran, mientras él grababa. Gisèle ha dado a conocer su historia para salvar a otras mujeres (y quizás también tratar de rescatar algo de ella misma, para sobrevivir). El juicio inició la semana pasada y pidió que fuera público; quiere que se hable de lo que le pasó “para que ninguna mujer sufra esta sumisión química”, habría declarado en entrevistas. Con su decisión también busca que salgan a la luz el rostro y nombre de cada uno de los que abusaron de ella. Sí, eso tiene un costo porque implica que la conozcan a ella, a sus hijos, nietos… a su familia. De lentes oscuros y cabello corto, su nombre y fotografía le están dando la vuelta al mundo, y Gisèle Pélicot ha sido clara: quienes deben sentir culpa y vergüenza son sus agresores, no ella. La culpa y la vergüenza jamás, bajo ninguna circunstancia, debe ser para la víctima.Dominique Pélicot contactaba a los agresores a través de un chat, cuya plataforma ya fue eliminada (¡¿Cuántas más víctimas de atrocidades habría ahí?!). Algunos hombres a los que invitó, no quisieron participar, pero nunca lo denunciaron. Nadie denunció. Todos fueron cómplices. ¡¿Ninguno fue capaz de discernir entre lo que estaba bien y mal, entre lo que es consentido y lo que es un abuso?! ¡Monstruos!Sin denuncias, la detención de Dominique, de 71 años, fue fortuita. Al hombre -descrito como narcisista y egocéntrico- lo arrestaron porque estaba grabando debajo de la falda a unas mujeres, en el 2020. Al investigarlo encontraron archivadas otras fotografías y vídeos de violaciones, en ellos estaba Gisèle. La citaron y le mostraron los materiales. Fue el primer shock, verse inerte, inconsciente. Sacrificada por su propio esposo, con quien tenía 50 años viviendo y una familia. Ahí entendió todo: la perdida de la memoria, las constantes infecciones, el dolor en el cuerpo... ¿Por qué ningún médico con el que acudió lo detectó o le dijo nunca qué podría estar pasando? Hoy su hija teme también haber sido víctima de su propio padre. Aterrador.Algunos colectivos feministas franceses comenzaron a publicar quiénes son los acusados. Se han identificado a 51 de los 86 agresores que habrían abusado de ella, entre 2011 y 2020; hombres de entre 26 y 74 años, profesores, enfermeros, policías, bomberos, periodistas, artesanos y electricistas… padres, hermanos, esposos o amigos de alguien, que violaron a una mujer y que hoy tratan de esconder el rostro durante el juicio. En el banquillo han dicho que pensaron que era un “juego”, algo consentido. Cobardes.Sucedió en Francia, pero podría haber sido aquí en México o en cualquier otra parte del mundo. Peor aún: ¿cuántas mujeres más están siendo víctimas de sumisión química? ¿De abuso sexual, a cualquier edad? Aterrador. Escribir sobre ello es doloroso. En más del 80% de casos de abuso sexual infantil, por ejemplo, los agresores son familiares o gente cercana a la víctima. Brutal, aberrante. Las personas que aman no lastiman, cuidan. Esos son monstruos.Por ahora sólo se ha visto el rostro de ella, porque así lo autorizó. La identidad de los agresores podrá hacerse pública cuando concluya el juicio y sean declarados culpables (en tanto, están bajo la presunción de inocencia). Exhibirlos será también una forma de castigo. Porque la culpa y la vergüenza nunca más debe ser de la víctima. Gisèle Pélicot está luchando por todas, porque haya justicia. Que su nombre signifique la posibilidad de que otras mujeres hablen y que los hombres no sean cómplices, lo denuncien. A ella la dañaron y ahora busca salvar a otras mujeres. Hay mujeres que también se salvan así, salvando a otras mujeres.Instagram: vania.dedios
