Va más allá del crimen organizado; es un crimen institucionalizado. Los datos sobre menores abusados son espeluznantes, pero más aún las complicidades para cometerlos, ocultarlos y revictimizar a los que denunciaron. El Papa Francisco levantó el secreto pontificio que se había impuesto sobre la denuncia de delitos sexuales al interior de la iglesia católica y brotó la cloaca. El secreto pontificio buscaba proteger a la Iglesia de sus propios escándalos, pero, como suele suceder cuando una aberración se protege con otra aberración, lo único que provocó fue un daño mayor.Los datos en todo el mundo y de todas las órdenes son terribles, pero particularmente en los Legionarios de Cristo donde, de acuerdo con un informe interno liberado merced a esta decisión papal, desde su fundación hay reconocidos y probados 175 abusos a menores perpetrados por 33 sacerdotes, particularmente su fundador, Marcial Maciel, del que se reconoce que abusó de 60 menores distintos. Pocos criminales pueden mantenerse tanto tiempo y acumular tantas víctimas impunemente a lo largo de sus vidas y eso solo se explica por la protección institucional, primero de su propia orden, y después de la jerarquía de la iglesia católica en México y en Roma.Otro dato espeluznante es que 14 de los 33 sacerdotes abusadores fueron previamente abusados, la mayoría de ellos por el propio Marcial Maciel. Cuando la conducta criminal es tolerada y protegida se reproduce como virus en la pus. La iglesia tuvo conocimiento de los primeros abusos de Maciel en 1943 y pasaron casi seis décadas para que el tema se discutiera abiertamente. Ese silencio destruyó la vida de 175 menores tan solo en los Legionarios de Cristo.Levantar el secreto es sin duda un gran paso. Hay que decir que no es el primero, pues ya antes la decisión de entregar a los criminales a la justicia y no “lavar la ropa sucia en casa”, como repetían algunos sacerdotes minimizando la gravedad del asunto, cambió la forma concebir el abuso ya no como un pecado, sino como un acto criminal. Levantar el secreto pontificio permitirá que se ventile la casa y evitará el velo de protección que los varios obispos impusieron sobre los sacerdotes delincuentes. El crimen institucionalizado no es, por supuesto, un problema exclusivo de la iglesia católica. Se da en otras iglesias, en instituciones cerradas o totales (hospitales psiquiátricos, hospicios, clínicas de internamiento, etcétera), incluso en sindicatos de maestros que protegen, con exactamente la misma lógica, a los abusadores de menores. Levantar el velo hará que nos enteremos de cosas que como sociedad preferiríamos no saber, pero evitará en gran medida que las conductas criminales se normalicen.