Adelina tocó la vida de cientos de personas… y a la gran mayoría ni siquiera las conocía. De manera directa o a través de alguien más, durante casi cuatro décadas ayudó a mujeres, viejecitos, personas con discapacidad, infantes y familias enteras, sin nada a cambio.Hombres y mujeres como Adelina Trillo Figueroa (Q.E.P.D.) atienden todos los días necesidades de la población en situación vulnerable que el Gobierno -por las razones que sea- no cubre. Son voluntarios y voluntarias que en lo individual o desde asociaciones y grupos organizados dan de su tiempo, dinero y hasta talento para mejorar las condiciones de otras personas.Están en albergues con niños y niñas que fueron abandonados o violentados; en los asilos compartiendo su tiempo y haciéndoles más ligero el día a día a los ancianitos… Son voluntarios y voluntarias que están en lugares como los Hospitales Civiles de Guadalajara, acompañando enfermos, consiguiéndoles medicamentos, equipo y recursos para sus cirugías, siendo con su ayuda la diferencia entre la vida y la muerte. Ahí también están cada noche hombres y mujeres que les llevan cenas a los familiares de pacientes, quienes pernoctan frente al hospital esperando noticias de su ser querido. Ejemplos no faltan. Están las mujeres y colectivos que llevan alimento y abrigo a los migrantes que viajan clandestinamente en el tren, buscando una mejor vida en Estados Unidos. Son personas que rara vez salen en la televisión o los periódicos, que muchas veces pasan desapercibidas porque se mantienen de bajo perfil y lejos de los reflectores, a menos de que sea para conseguir apoyos para más gente. Trabajan en silencio, sin poses para fotografías ni esperando el aplauso ni algo más allá que la mera satisfacción de ayudar.Tuve la oportunidad de ser testigo de cómo Ade -como cariñosamente le llamábamos- organizó, junto a un pequeño gran ejercito de mujeres, eventos para recaudar apoyos para comprar útiles y uniformes, cubrir traslados y primeras necesidades de infantes en albergues. De sonrisa fácil, siempre prudente y trato dulce, cada Navidad ella junto a amigas, empresarias, conocidas y aliadas, llevaron comida, juguetes y bolos a familias de Cajetes y La Huizachera. En las últimas posadas, antes de la pandemia, llegaron más de mil niños y niñas, y ninguno se fue sin algún regalo… Seguro este año la extrañarán. A sus 70 años, el maldito cáncer se la llevó. El trabajo de los voluntariados es mucho más valioso de lo que hasta hoy se les reconoce. De manera organizada y cada uno según sus posibilidades, están en distintos rincones del mundo, atendiendo a diario de manera solidaria y altruista problemas sociales y poblaciones que, de no ser por ellos, estarían en el olvido.No sé si Adelina fue consciente de cuántas vidas tocó y transformó, pero estoy segura de que su esposo, hijos y familia por siempre estarán orgullosos de la gran mujer de corazón bondadoso que siempre fue. Como ellos, todas sus amigas y quienes la conocimos y queremos nos sentiremos honrados por haber caminado a su lado, recibido su apoyo y consejo más de alguna vez. ¡Un abrazo al cielo, querida Ade!