En el Paraíso de la Divina Comedia, la quinta esfera del cielo corresponde a Marte (cantos XIV a XVII), donde están ocho guerreros insignes de la fe, como Carlomagno, Rolando o Godofredo de Bouillon. Ahí, el guía de Dante es su tatarabuelo Cacciaguida, quien murió en la segunda Cruzada, en 1147, en la derrota del emperador Conrado III. Entre esos bienaventurados está también Guillermo de Orange, héroe franco de un ciclo de poesía épica medieval escrita entre los siglos XII y XIV.Las canciones de gesta de Guillermo de Orange, que suman más de dos docenas y algunas son muy largas, hablan de sus hazañas guerreando contra los sarracenos en tiempos del rey Ludovico Pío, uno de los hijos de Carlomagno. Pero como en tantos otros casos de los cantares antiguos, de autoría múltiple y que circulaban en distintas versiones, los poemas que se conservan están muchas veces incompletos, o incluso nada más se sabe de la existencia de algunos de ellos por referencias, pero se dan por desaparecidos. En cuanto al ciclo de Guillermo de Orange, una de esas obras sólo conocidas de oídas es la titulada El sitio de Orange, de la cual hasta ahora no había ninguna prueba física. Pero, por un golpe de suerte, resulta que se acaba de encontrar un fragmento de ese poema. Y no es porque haya estado en algún manuscrito polvoriento y traspapelado, o que alguien lo haya escondido para preservarlo; al contrario, es un pedazo de papel al que se dio tan poca importancia que fue reciclado para hacer la encuadernación de un libro del siglo XVI. Son tan sólo 47 renglones, pero es la prueba definitiva de que existió realmente El sitio de Orange (se refiere al asedio de la ciudad francesa en el valle del Ródano), y también prueba la amplia circulación de esos poemas, pues si bien se cree que El sitio de Orange fue escrito en Francia en el tardío siglo XII, el fragmento encontrado correspondería a una copia hecha en Inglaterra a finales del siguiente. Una investigadora de la Universidad Queen Mary de Londres, Tamara Atkin, estaba recientemente examinando libros antiguos en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, precisamente para estudiar su reúso y reciclaje. Como el papel y el pergamino eran muy caros, se solía aprovechar para la encuadernación los volúmenes viejos que hubiera a la mano. Atkin dice que por lo general lo que se encuentra en esas pastas desvencijadas son fragmentos en latín de obras filosóficas o teológicas, así que de inmediato le llamó la atención ese papel escrito en francés y en verso. Y además, en el mismo libro, hizo otro hallazgo: un pedazo de pergamino con un pasaje de la leyenda de Tristán e Isolda de Béroul (s. XII), una de las versiones más tempranas de esa historia y de la cual la única evidencia hasta ahora era un manuscrito incompleto del siglo XIII en la Biblioteca Nacional de Francia. Al parecer, el fragmento hallado por Atkin difiere en buena medida de la del manuscrito.