En las culturas orientales, específicamente en la japonesa, el miedo es utilizado de manera opuesta que en Occidente. El gran maestro y actor Yoshi Oida hablaba del miedo como una catapulta y no como un freno para lograr el más grande acto que es ser realmente uno mismo arriba (o abajo) del escenario. Un hombre que crea utilizando el miedo a su favor, se vence a sí mismo. Un hombre que está acostumbrado a esta sensación es un hombre complacido, agradecido, medianamente libre y convencido con su vida y por ende con la sociedad a la que pertenece. El artista que vence al pánico escénico para poder tocar, bailar, hablar en público convierte al miedo en un aliado y no en un adversario. Para esto, se requieren lo que coloquialmente llamamos tablas.En los últimos meses he sido testigo de la penosa manera de hacer campañas políticas que han hecho del miedo la emoción más primaria a la que terminamos por fin, teniéndole miedo al miedo. Miedo a votar libremente. Miedo a sentirnos dueños de una decisión que podría o no cambiar el curso de un país. Miedo a ser parte de un sistema al que por fuerza deberíamos de odiar o amar sin encontrar puntos medios.Desde lo más profundo deseo que este miedo sea abrazado de tal manera que podamos darle la vuelta y sentirnos libres -no sólo este domingo de elecciones- sino todos los días en los que construimos nuestra endeble democracia. Deseo también que cada uno pueda dar lo mejor al herido país en el que vivimos desde un lugar de satisfacción y realización personal. Que el pánico escénico no trunque lo que realmente queremos decidir y que nuestra decisión, cualquiera que sea, nos haga sentirnos libres.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina
