Primero llegó Matusalén (en 2008), y luego nacieron más recientemente Adán, Jonás, Uriel, Booz, Judit y Ana, pero tienen más o menos dos mil años. Son siete palmeras datileras (de la especie Phoenix dactylifera, de la familia botánica de las Arecaceae) que están vivitas y coleando en 2020 pero cuyas semillas provienen de distintos yacimientos arqueológicos en Israel, como las cuevas de Qumrán (donde se hallaron los rollos del mar Muerto) o la fortaleza de Masada (escenario de la guerra entre los judíos y los romanos en el siglo I DC).Sin mucho pensarlo y casi sin esperanzas, la profesora Sarah Sallon, del Centro Médico Hadassah, un hospital universitario en Jerusalén, sembró un hueso de dátil proveniente de Masada. Y, oh sorpresa, germinó Matusalén. Así que luego Sallon y su equipo de investigadores, originalmente enfocado en las propiedades medicinales de las palmeras, repitieron el experimento, pero ya de forma sistemática y controlada. Las pruebas de radiocarbono de las semillas seleccionadas mostraron una antigüedad de más o menos dos mil años; las midieron, las compararon con las actuales, etcétera.Además de haber confirmado la increíble conservación de la fecundidad de las semillas, el proyecto de investigación* permitirá redescubrir los orígenes de una población vegetal histórica en la Judea de hace dos mil años. Sallon eligió 32 de las semillas mejor conservadas, y su colaboradora Elaine Solowey las plantó en un kibutz al sur de Israel: las remojó en agua y les puso hormonas vegetales y fertilizante de los que se venden para cualquier planta, es decir que básicamente las cultivó igual que si fueran semillas modernas.En la antigüedad, la población de distintas variedades de Phoenix dactylifera se extendía desde Mauritania hasta el valle del río Indo. La palmera datilera fue uno de los primeros cultivos domesticados, al parecer desde el Neolítico, hace unos siete mil años, y tuvo gran importancia en todas las sociedades de esa amplia región. En el territorio del actual Israel había enormes plantaciones datileras, como lo documentan los escritores clásicos (Teofrasto, Heródoto, Galeno, Estrabón, Plinio el Viejo, Josefo), y producían valiosas cosechas de dátiles de gran tamaño, con propiedades nutritivas y medicinales, de alto contenido de azúcar y larga vida en almacenamiento, todo lo cual permitía que se exportaran hasta los confines del Imperio romano.Existen pruebas de que los cultivos datileros judíos se mantuvieron durante los periodos bizantino y árabe (entre los siglos IV y XI), pero las oleadas posteriores de invasiones musulmanas fueron tan destructivas que para el siglo XIX ya no quedaba ni huella de esas plantaciones históricas.Un especialista en dátiles antiguos (!) que trabaja en Kew Gardens, en Londres, el colombiano Óscar Alejandro Pérez Escobar, dice que esas siete palmeras nacidas (y renacidas) en Israel podrían utilizarse para resucitar genes que desaparecieron tras siglos de cultivos: “esas semillas antiguas pueden repesentar una diversidad genética perdida que ya no vemos hoy”, dice. Las características de esas palmeras aportarán información sobre cultivos antiguos y podrán contribuir a mejorar los actuales. Al adaptar al clima las variedades de dátiles y combatir plagas y enfermedades, los agrónomos pueden ahora recurrir a esa reserva de genes antiguos resguardada en archivos arqueológicos.*https://advances.sciencemag.org/content/6/6/eaax0384 (exclusivo para nerds); https://www.dailymail.co.uk/sciencetech/article-7975095/Seeds-Judea-Scientist-grow-six-date-palms-2-000-year-old-seeds.html (para los demás).