Con este título, “Otra vez Chapala”, EL INFORMADOR publicó su editorial el 17 de septiembre de 1955, sólo 11 semanas después de que el lago alcanzó su mínimo histórico por la sequía: la cota 90.8. Podías caminar a la Isla de los Alacranes 3.8 km en línea recta desde el malecón. La maestra Zaida Reynoso, 80 años, vecina del lago, tenía unos diez años. Desconfía de su memoria, pero recuerda una escena: “Era una playa de piedras, no de arena, de piedras espantosas, y a lo lejos se veía el espejo de agua”. La descripción coincide con el vaticinio y letrero gigante que, cuentan, colgó Ramón Rubín, escritor y defensor del Lago de Chapala, en la terraza de un hotel playero: “Chapala: donde muere un lago y nace un desierto”. En el editorial de EL INFORMADOR en 1955 se consigna que hombres de negocios de Guadalajara, inquietos ante la desecación del lago, discutieron opciones para mejorar la salud del vaso lacustre en espera de que los escuchara el Presidente de la República.En ese momento la preocupación de fondo era que, ante el desecamiento del lago de Chapala, Guadalajara se quedara sin electricidad, pues sus aguas eran usadas para generar energía por medio de hidroeléctricas. Durante la peor sequía del lago en 1955, me explicó el especialista Arturo Curiel, la lámina de agua del embalse se redujo de ocho metros de profundidad a uno. Más del 40% de las 114 mil 659 hectáreas de área inundada se perdió. La crisis se originó, detalló el experto, en parte por la política de desecamiento del lago para convertir esa tierra en cultivos productivos. Incluso en 1953, el Presidente Adolfo Ruiz Cortines firmó un decreto para desecar 18 mil hectáreas del lago que al final no prosperó. Pero eso no es todo. En 2002 la historia se repitió. Ese año el vaso lacustre alcanzó la segunda cota mínima histórica: 91.07; sólo 27 centímetros de diferencia con la cota de 1955. De la época hay fotos de autos circulando en el lago: “tomabas camión para ir de la orilla actual del lago hasta donde iniciaba el agua”, recuerda Zenaida. De ese período, Javier Raygoza, fundador y director del semanario ribereño “Página que sí se lee”, relata: “Mucha gente vendió sus casas. Creíamos que no iba a haber esperanza. Eso sí, cuando se secó el lago, todos los políticos lo llenaron de palabrería”. Cuenta que en la sequía de 2002 la gente encontró en el lago vasijas, orfebrería prehispánica y fósiles. Javier creó una página web, con su dinero y su tiempo, que alimenta con cientos de fotos e información histórica del lago: chapala.mex.tl. Visítenla. Es conmovedora. La historia del lago de Chapala cambió en 1957; ese año comenzó a dotar de agua a Guadalajara. Con diversas ampliaciones, y hasta antes de que la Presa El Salto entrara en operación hace unos días, hoy 65% del agua que consume la Zona Metropolitana de Guadalajara proviene de Chapala. La extracción de agua del lago para uso urbano, industrial y riego agrícola amenazan su sustentabilidad. El SIAPA solicitó recientemente al Congreso de Jalisco la incorporación de El Salto y Juanacatlán a su red. Se suma la explosión demográfica y la contaminación. ¿Pueden repetirse sequías como en 1955 y 2002? Sí, me confirmó Curiel. El alza de las temperaturas por el cambio climático provoca mayor evaporación del lago. Antes se daba en mayo; ahora ocurre desde abril y hasta junio. Se suman las sequías severas que afectan nuestras cuencas. A menos que el lago de Chapala sea eterno, la promesa de que Guadalajara tendrá agua los próximos 50 años -Alfaro dixit- es imposible de sostener. Ese discurso es político, no técnico. Genera, además, la falsa idea de que solucionamos el problema y no queda más por hacer. La sequía, la sobreexplotación de la cuenca y la palabrería de los políticos amenazan a nuestro lago.