Muchas veces en las últimas semanas he escuchado cómo se maldice al año 2020… ha sido totalmente infausto y el asunto es que todavía quedan por transcurrir más de cuatro meses. Cierto es que, como dice el refrán, cada quien cuenta las cosas según le va en la feria, pero aunque a muchos les ha ido bien o hasta mejor de lo esperado, la realidad es que para la mayoría este ha sido un año que se quisiera olvidar pero que por el contrario, permanecerá en la memoria por su saldo negativo. Al principio eran noticias lejanas las del coronavirus. Ocurrían al otro lado del planeta, en China. En unas semanas la desgracia se recorrió hasta Europa y no tardó en saltar el Atlántico para instalarse en nuestra América Latina. No entremos en detalles, que todos los conocemos.Esa es la crisis de salud que vivimos y padecemos pero que al menos, gracias a los avances científicos, nos permite visualizar un final no lejano gracias a las vacunas.Hay otra crisis que será más larga, más profunda y duradera: la económica.Sobran los malos augurios, en cifras y en pinceladas de un futuro con escaso empleo, paupérrimos ingresos y una recuperación lenta y tortuosa. Lo han dibujado en el Banco de México, en la banca privada y en las poco queridas (por el gobierno de la 4T) casas calificadoras que revisan sin piedad los avances y retrocesos de la economía nacional.Lo más recomendable es que nos preparemos para dos, tres o cuatro años de las bíblicas vacas flacas. En ese escenario, lo mejor es mantener la salud, que ya será ganancia.Pero hay una crisis adicional que en la emergencia no ha sido, digamos, más valorada: la educativa.Tampoco es un descubrimiento.La misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha advertido las consecuencias negativas que recorren todo el planeta, lo mismo en naciones desarrolladas que en las que están “en desarrollo”, debido al alto índice de abandono escolar.Estamos en riesgo de perder una cantidad no cuantificable de recursos humanos por falta de educación. Se ha escuchado muchas veces que los recursos más valiosos de una nación no son sus costas, o su petróleo, sus minerales o su desarrollo en tecnología, sino sus habitantes. Es en ese sentido que el retraso en la educación implicará una pérdida que no se puede medir, pero que previsiblemente será mayor y más honda en naciones como México, donde la problemática es previa a la pandemia del coronavirus.Hay una terrible confusión sobre el reinicio de clases el próximo 24 de agosto por vía televisiva para las mayorías, y por radio para las minorías menos beneficiadas.Es cierto que la opción de la televisión es la única, pero también es verdad que los maestros están en general inconformes y mayoritariamente poco preparados.Igual es cierto que estamos rezagados muchos años en conocimiento y manejo del lenguaje, en matemáticas elementales, en Historia y en desarrollo tecnológico. La pandemia profundizará ese retraso.Aunque parezca injusto, no queda otro camino que redoblar el esfuerzo. Igual que al sector médico le ha tocado trabajar mucho más ante la pandemia, ahora es tiempo de los maestros y de las familias. Las nuevas generaciones lo merecen.