Claudio Lomnitz, uno de los antropólogos que más se han ocupado de la sociedad mexicana en años recientes, es profesor en la Universidad de Columbia y antes lo fue de la de Chicago. Ha escrito libros académicos y muchos artículos en revistas y periódicos. Pero su obra más reciente, Nuestra América. Utopía y persistencia de una familia judía,* rompe en buena medida con su escritura como antropólogo e historiador (aunque echa mano de ella) para desentrañar en lo posible la azarosa vida de varias generaciones de su propia familia.El autor recurre por supuesto a las herramientas de su oficio para documentar y para interpretar, para mostrar y plantear hipótesis cuando no existen ya pruebas. Los escenarios y territorios del libro son casi incontables. Todo arranca en la Europa central, en particular en la tierra de origen de su familia materna (que es la que mayor peso tiene en la narración), esas comarcas cuyos borrosos límites cambiaban periódicamente entre los imperios: el ruso, el austrohúngaro, antes el otomano, y donde sobrevivieron como pudieron, hasta la hecatombe de la II Guerra Mundial, nutridas comunidades judías que conservaban celosamente su lengua, su religión y sus costumbres.La obra termina en la primera infancia del autor, por la década de los sesenta. Pero es un enorme fresco de la parte medular del siglo XX y de cómo los ires y venires de los distintos miembros de una familia van tejiendo una red transnacional y transcultural que se mantiene viva hasta las generaciones presentes.La primera migración de Misha Adler, el abuelo materno de Claudio Lomnitz y auténtico protagonista de la historia (si bien el resto de los personajes son otros tantos pilares de la narración), fue al Perú de los años veinte, donde llegó sobre las huellas de otros paisanos suyos que se ganaban la vida como vendedores trashumantes. Pero Misha tenía una clara vocación intelectual, que alimentó en el círculo que rodeaba a José Carlos Mariátegui, cuyas aspiraciones justicieras y cuyo universalismo compartió a lo largo de toda su vida. Ahí conoció a su mujer, Noemí, junto a la cual sería expulsado más tarde por el gobierno peruano. Juntos vivieron unos pocos años en París, donde nació su primogénita, Larissa, y donde Misha culminó su formación con el eminente etnólogo Paul Rivet.Siguieron los exilios: regreso temporal a los linderos rumano-soviéticos, vuelta a América, a distintas poblaciones colombianas, luego Israel, después Venezuela... siempre contando las pérdidas, siempre teniendo que sostener a la familia pero nunca abandonando su vocación intelectual, que claramente heredaron su hija y su nieto Claudio. Una más de las muchas razones por las que vale la pena leer este libro es la colección de fotografías que logró reunir el autor: interesantes, entrañables muchas de ellas, traen a la vida a los personajes y sus entornos tan cambiantes. La mirada lúcida del antropólogo se combina aquí con una delicada piedad filial y una escritura de tono contenido pero donde se adivina la emoción profunda. Y, en las fotografías, está la misma sonrisa amable y generosa de Misha, Larissa y Claudio. *Nuestra América. Utopía y persistencia de una familia judía, Fondo de Cultura Económica, 2018.