Intentemos sustraernos a la manera política que nos ha impuesto la búsqueda del poder público. Calemos la libertad de ver más allá de lo que quienes gobiernan, o van a gobernar, representan a partir de sus partidos y de los análisis que se basan en eso, los partidos, y en las relaciones de interés personal que se tornan interés de grupos por el dinero, la influencia y el poder. Imaginemos más: que por sobre los problemas y las potencias de las que disponemos para resolverlos (no pocas), somos capaces de establecer, consensuadamente, que detrás del horizonte tan corto que hemos fijado para la política experimentada hasta hoy, existe otro, lejano, en el que aguardan no solo personas “salvadoras” de la patria, del estado, del municipio, que nunca han salvado a nadie, sino formas nuevas que no hemos probado para reestructurar la sociedad. Si nos damos la libertad descrita en el párrafo previo, lo que sigue es desuncir a individuos específicos de preconcepciones políticas, marcas partidistas y condicionamientos culturales, digamos a Claudia Sheinbaum y a Verónica Delgadillo. La primera será presidenta de la República, la segunda, presidenta municipal de una demarcación notable, Guadalajara. Los dos polos de los órdenes de gobierno: la idea de lo nacional, idea que se experimenta por medio de leyes, control presupuestal y el poder ejercido objetivamente, para bien y para mal; y lo local, el municipio, el territorio concreto de las casas de la gente, de las escuelas, del agua que bebe, donde se sufre la inseguridad, el lugar en el que se trama el tejido social. Delgadillo y Sheinbaum con su historia personal, una cultura a cuestas y las restricciones que ambos factores les imponen; pero al mismo tiempo con una individualidad que las colocó en la circunstancia de que su historia personal y la cultura que las contiene no sean una fatalidad y puedan variar el rumbo de su destino, el de ellas y el de la sociedad que las ha de atestiguar y que, según sus hechos, las sufrirá o las reconocerá. Mujeres. Es inercial añadir: las primeras electas para esos cargos; deshagámonos también de esa concepción casi deportiva: ser las primeras, mantenerla deja la falsa impresión de que el hecho de que en efecto sean las primeras es el logro máximo. No es así, pero preferimos conformarnos con la idea de que ellas, con eso, ya hicieron lo que les correspondía.Edgar Morin, filósofo, antropólogo y sociólogo que pensaba y escribía en francés (¿qué tal si, ya entrados, prescindimos de las nacionalidades?), en el tomo 5 de El método, La humanidad de la humanidad. La identidad humana, cuenta: “Las culturas establecen, fijan, mantienen y amplían una diferenciación entre hombres y mujeres en sus roles sociales, los especializan en sus tareas cotidianas, sobredeterminan las diferencias psicológicas. Instituyen un poder masculino que, salvo aisladas excepciones, se ha ejercido continuamente en la historia de las civilizaciones. Comienza a atenuarse muy recientemente en el mundo occidentalizado. Las emancipaciones femeninas no sólo se efectúan en la obtención de los derechos cívicos, sino también en la adquisición de autonomías de espacios y tiempos, el acceso a las posibilidades de liberarse de las consecuencias procreadoras del apareamiento (contraceptivos, legalización del aborto) y a las posibilidades de un goce sin trabas externas.” Más adelante agrega: “El papel civilizador de lo femenino sigue siendo subestimado.” Bien, pero ¿quién subestima ese rol civilizador? Todos. Todas. ¿También Claudia Sheinbaum y Verónica Delgadillo? Es muy difícil saber lo que piensan sobre esto, también lo de que desean; peor, tal vez no nos preocupa averiguarlo, porque las subordinamos a lo que las “culturas establecen, fijan, mantienen”. A la próxima presidenta de México no la entendemos ajena a la férula de López Obrador, destacamos cuanto gesto hace él para sustentar la sujeción en que la instalamos a ella; cuando más, la entendemos, el todavía presidente ha mostrado ser una mala persona y más vale que no lo haga enojar, es decir: a esa masculinidad tonante; y le quedan dos varones por sortear, al menos dos: el por venir secretario de la Defensa Nacional y al de Marina, y especulamos que será el omnipresente AMLO el que se encargue de lidiar y controlar a esas otras masculinidades tradicionales. Nos damos con que ella, en un futuro no muy lejano, pueda ganar cierta autonomía. ¿En alguna parte de su consciencia Claudia Sheinbaum se hace cargo de lo civilizador en lo que ella, por ser una ella, puede empeñarse? No por ganar la estéril, nomás mediática, competencia mujeres vs. hombres, sino porque es tiempo de tomar otra vía, la previa (y la actual) ha dejado deudas enormes.La próxima presidenta municipal de Guadalajara ¿qué tan dispuesta está a liderar por encima de los varones que la rodean y quieren conducirla, perdón, ayudarla? Unos, sospechados, otro ya actuante, Mario Silva. No ella por encima en tanto sujeto político de los que practican el poder masculinamente, sino ella en tanto la misma urgencia expresada hacia su colega Sheinbaum: en Guadalajara es hora de tomar otra vía, la previa (y la actual) ha dejado deudas enormes. Porque para ninguna de las dos es muestra de avance, a favor de las mujeres, que los varones salgan a decir que las respetan, que la admiran, etc. -es otra de las vías agotadas-, o que hagan la concesión de sentarse “con Vero” para tomar decisiones entre todos. ¿En alguna parte de su consciencia Verónica Delgadillo se hace cargo de lo civilizador en lo que ella, por ser una ella, puede empeñarse?Pero que ellas se hagan cargo sería apenas el comienzo ¿en alguna parte de nuestra consciencia nos hacemos cargo de lo relevante que sería hacerles saber que el mando que les dimos fue porque ellas son unas ellas y que vendría bien a todos que se distingan?agustino20@gmail.com