Los titulares en los medios de comunicación sobre la violencia de los últimos días al norte de nuestro país en nada ayudan al tema migrante que está en ebullición en Washington. Los más recientes dicen: “Tiroteo en Texas deja a 5 hondureños muertos. El sospechoso es identificado como hispano”; otro señala que “Un atacante mata a 8 personas en un centro comercial de Texas. El pistolero es identificado como Mauricio Garcia -también hispano-”, y “Atropellan y matan a 7 migrantes venezolanos en Texas. El autor también es latino”. Y todos estos incidentes suceden en un estado donde el gobernador Greg Abbott es uno de los más recalcitrantes críticos al tema migratorio, lo que aumenta la profunda polémica que se tiene en Estados Unidos.Y para complicar más el panorama migrante, que en nada ayudan para mejorar la imagen de los hispanos -por la percepción que se tiene de animadversión a este tema entre muchos legisladores y ciudadanos estadounidenses-, estos hechos se presentan cuando estamos en la antesala de que se implementen nuevas medidas migratorias en la frontera con México. Dentro de 48 horas -a partir del primer minuto del viernes- dejará de aplicarse el Título 42, medida que se aplicó en marzo del 2020 con la intención de detener la propagación del COVID-19, y que permitió a las autoridades registrar y expulsar rápidamente a los migrantes, pero que mediante un acuerdo con México los aceptamos en nuestro territorio a la espera de una respuesta a sus peticiones de asilo. A partir del viernes se aplicará el Título 8, que básicamente es una prohibición para pedir asilo en la frontera. Si usted no pidió asilo desde su país de origen o en algunos de los centros de registro ubicados en Latinoamérica y sin cita previa llega a la frontera, será sometido a una deportación expedita y queda automáticamente descalificado para solicitar asilo en el futuro inmediato.Pero no solamente se complica la mala percepción del otro lado de la frontera, sino que tendrá un efecto mayúsculo a la realidad que se vive en nuestra frontera con Estados Unidos, donde hay por los menos 40 mil migrantes a la espera de una resolución a sus peticiones de asilo. En la actualidad, de acuerdo con datos extraoficiales de organizaciones civiles de asistencia comunitaria -porque nada se sabe con exactitud cuántos son-, se estima que en Tijuana hay por lo menos nueve mil migrantes varados, alrededor de 12 mil en Ciudad Juárez, cuando menos 16 mil en Reynosa y poco más de mil 500 en Matamoros. Las cifras que maneja la Oficina de Aduanas y Control Fronterizo (CBP) son brutales. Solamente en el mes de diciembre pasado las detenciones fueron 251 mil 487, de las cuales por lo menos 50 mil fueron enviadas a México bajo el Título 42 y el resto deportadas a sus países de origen, por lo que la cantidad de migrantes que hay del lado mexicano fácilmente pudiera llegar a las 100 mil. Y es que solamente el año pasado -de acuerdo a la misma fuente- las solicitudes de asilo que se recibieron marcaron un récord histórico, al sobrepasar las 120 mil.Y aunque la aplicación del Título 8 a partir del viernes es más severa en las sanciones a quienes intenten cruzar la frontera, se espera que el caudal de migrantes continúe sin control y complique más las condiciones de hacinamiento que se tiene de este lado de la frontera. Y todo esto con la “bendición” desde Palacio Nacional en nuestra capital. La semana pasada, durante la reunión entre el Presidente López Obrador y Elizabeth Sherwood-Randall, asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, se acordó que México, “bajo motivos humanitarios”, continuará aceptando a los migrantes que sean devueltos por nuestros vecinos, cuando dentro de los términos del Título 8 se habla de “deportar” a sus países de origen a los infractores de la ley. O sea que nosotros mismos nos estamos poniendo “la soga al cuello”. ¿Usted qué opina?