La renuncia del ministro Medina Mora a la Suprema Corte de Justicia se está leyendo con el comienzo equivocado y el género inadecuado. No, no es una novela de misterio y no, no hay un muerto en la sala. No es una novela de Agatha Christie en la que hay que buscar al autor del crimen entre decenas de sospechosos de frac.No, esta es una historia en donde la incógnita es precisamente el muerto en la sala. Es decir, ¡nos falta el muerto! No sabemos si el muerto es una operación criminal de lavado de dinero, si el muerto es una operación criminal desde las entrañas mismas del Poder Judicial, si el muerto es un ataque personal al ex ministro Medina Mora o si el muerto es un ataque orquestado a la independencia de la Suprema Corte. Y como nos falta el muerto, no hay claridad al buscar al culpable.Por eso era tan importante saber las causas graves, esas que se aludieron para aceptar la renuncia del ministro. Si las causas graves se relacionan con una investigación sólida en su contra, ¿por qué renuncia? ¿Para proteger a la Corte? ¿Para esconderse? ¿Para evitar el escándalo?Si las causas graves se relacionan con una investigación que sirve para extorsionarlo, ¿por qué renuncia? Otra vez, ¿para proteger a la Corte? ¿Para defenderse?Si las causas graves se relacionan con un ataque personal con ataques infundados, ¿por qué renuncia? ¿Es mucha la presión?Y si las causas graves se relacionan con todo lo anterior en un contexto de debilitamiento de la Suprema Corte, ¿por qué renuncia? ¿Para impedirlo? ¿Para negociar impunidad?Son odiosas las reflexiones que descansan en preguntas, pero esta vez no hay salida.No tengo una bola de cristal para ver las respuestas que sólo el ex ministro conoce en su fuero interno y lamento que el Senado haya perdido la oportunidad de aclararle a un país aún políticamente convulso dónde está y cuál es el muerto de esta historia. Así como lo hicieron nos dejaron con todos los sospechosos: el propio Medina Mora, claro está, pero también el Ejecutivo y Santiago Nieto. No queda claro si los otros ministros deben poner sus barbas a remojar porque son susceptibles de presión y por lo tanto, renunciables, y por lo tanto, carentes de independencia.No es un asunto menor. Si Medina Mora no es culpable de los delitos que se le imputan, esta renuncia apesta a lo más podrido de la más rancia recuperación del poder ejecutivo todopoderoso y peligroso. Pero si Medina Mora es culpable y su renuncia es negociación, entonces esto también apesta a lo más podrido de la más rancia maña para recuperar el poder central. ¡Por todos lados el sistema se pone en entredicho!Queda la posibilidad, no se niega, de que todo esto no tenga nada qué ver ni con la Corte ni con el nuevo gobierno ni con lo apetitoso de ese ministerio, sino única y exclusivamente con Medina Mora.Pero no lo sabemos aún. No sabemos cuál es el muerto y aquí no hay ningún Poirot.