El presidente López Obrador ha señalado en diversas ocasiones su disgusto con el Instituto Nacional Electoral (INE). Sus pronunciamientos recientes en realidad no son nuevos.Esa molestia y desconfianza tiene sus raíces en las elecciones del 2006, hace 15 años, cuando él concluyó que el entonces IFE avaló un fraude electoral que le hizo perder la elección presidencial, un discurso que aún mantiene.No importa que en el 2018 haya sido el INE la institución que haya avalado su triunfo.Por eso, ahora está planteando una reforma electoral que modificaría la estructura y funcionamiento del INE.Pero, por lo pronto, ese señalamiento es simplemente un alardeo.Hacer una reforma electoral requiere contar con una mayoría calificada en las dos cámaras del Congreso, pues las reglas básicas están en la Constitución.Hoy, el presidente sólo tiene esa mayoría en la Cámara de Diputados.Los escenarios electorales más probables indican que es probable que también pierda esa mayoría calificada entre los diputados.La firma Integralia presentó esta semana un reporte con los escenarios electorales más previsibles, y en el caso del Congreso lo que anticipa es que Morena y sus aliados mantendrán la mayoría absoluta, pero sus triunfos no les alcanzarán para refrendar la mayoría calificada que hoy tienen.Sin ella, cualquier intento de reformar a fondo el sistema electoral mexicano va a toparse con la falta de votos en ambas cámaras o tendría que procesar una reforma negociada con otras fuerzas políticas.¿Por qué entonces anunciar ahora esta reforma?Todo indica que se trata de un mecanismo disuasivo para buscar presionar a los consejeros electorales y a los magistrados del Tribunal Federal Electoral, persiguiendo que aquellos que tienen votos dubitativos se inclinen por las propuestas del gobierno, con la perspectiva de mantener sus posiciones y no entrar en conflicto con el Ejecutivo federal.Esta fue también la estrategia seguida en el caso de las candidaturas que el INE canceló y que el TEPJF decidió no resolver ante la queja de Morena, sino regresar nuevamente a la consideración del Instituto, que volvió a cancelarlas.El resultado de las presiones ejercidas fue limitado en el INE, ya que solamente se logró que cambiara su voto la consejera Norma de la Cruz.Probablemente, el tono agresivo que fue usado por Salgado Macedonio en contra del INE impidió que más consejeros cambiaran el sentido de su voto, pues haberlo hecho podría haberse interpretado de facto como una aceptación de la presión ejercida por el gobierno.Los episodios que vivimos esta semana, sin embargo, son el preludio de lo que continuaremos viviendo en los siguientes meses, probablemente hasta bien entrado el mes de junio, pues no es descartable que en esta ocasión tengamos una secuencia de conflictos poselectorales como no los habíamos visto desde hace varios años.Pese a ello, no hay que asustarse con el ‘petate del muerto’, como se dice coloquialmente, pues hoy en México no hay condiciones para aniquilar el INE.Sin embargo, si el resultado electoral fuera claramente favorable a Morena en la Cámara de Diputados, entonces sí de por un hecho que el INE que hoy conocemos quedaría para la historia.