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No tenemos sindicatos. Y ese es un problema

Por: Fernando Núñez de la Garza

No tenemos sindicatos. Y ese es un problema

No tenemos sindicatos. Y ese es un problema

La desigualdad es un asunto mayúsculo en el país. Porque no solo ocasiona anemia económica, sino también división política y polarización social. Hay distintas razones que explican este persistente lastre nacional, aunque una resulta clara: la caída de la vida sindical.

Partamos de un principio básico: si en una economía el capital está representando por empresarios agrupados en cámaras empresariales, el trabajo está asimismo representado por trabajadores (valga la redundancia) agrupados en sindicatos. La derecha política tiene como su base electoral primordial al capital y, por ende, a los empresarios: propiedad privada, inversión privada y crecimiento económico son algunas de sus principales banderas políticas. Por otro lado, la izquierda política tiene como su principal base electoral al trabajo y, por consiguiente, a los trabajadores: democracia, inversión pública y redistribución de la riqueza son algunas de sus banderas políticas de antaño.

Más allá de derechas e izquierdas, la realidad es que los sindicatos son fundamentales para la economía de cualquier país. El trabajador tiene poder de negociación frente al empresario solo a través de estos, con lo cual puede obtener mejores salarios y prestaciones y, por consiguiente, una mejor calidad de vida. No resulta raro entonces que, ante la disminución de la afiliación sindical en México durante las últimas décadas, haya disminuido también el poder adquisitivo de los salarios a pesar de un aumento sostenido en la productividad. La creciente desigualdad la vemos en el siguiente dato: mientras que en 1970 la participación salarial en la economía mexicana era de 40%, en 2015 era de tan solo 28% (fuente: CEPAL). Sin embargo, a raíz de las condiciones impuestas por el T-MEC en materia de libertad sindical, han surgido sindicatos independientes (a diferencia de los charros) que han logrado incrementos de dos dígitos en los salarios de sus agremiados en plantas como aquellas de General Motors y Panasonic, por ejemplo, los cuales no se veían en años.

Pero los sindicatos también son fundamentales políticamente. Como bien comenta Neil Gross, un reconocido sociólogo americano, los sindicatos juegan un papel central al llevar a los trabajadores a votar para sentirse así menos marginados políticamente, sirven para superar los prejuicios políticos de los trabajadores al promocionar a candidatos que no serían de su gusto (sucedió en Estados Unidos con Obama), y ofrecen una protección natural frente a aquellos políticos populistas que proponen soluciones económicas simples. Trump obtuvo más votos de trabajadores no sindicalizados mientras que Obama los tuvo de aquellos sindicalizados. Y el ascenso de Trump ocurrió en un contexto de creciente debilidad sindical.

AMLO, a pesar de presumir ser de izquierda, no ha apoyado al sindicalismo mexicano. La razón es sencilla: representan un contrapeso natural a su poder y al de cualquier líder político. En un México donde 4 personas tienen más dinero que 50 millones de mexicanos, y en un mundo donde 9 personas tienen la riqueza de alrededor de 3.5 billones de humanos (fuente: OXFAM), los sindicatos –los buenos sindicatos– resultan imprescindibles.

@FernandoNGE

fnge1@hotmail.com

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