¿Si usted ronda los 40 años o más, entonces le resultará familiar el temor que muchos de mi generación y mayores tienen respecto al fin del Gobierno de AMLO: la posibilidad de que cuando termine su Gobierno haya una crisis económica como las que tuvimos en México desde los años 70.Si usted es más joven, lo felicito. Usted no tiene ese trauma nacional tatuado en su subconsciente. Para usted los cambios de Gobierno son periodos dominados por campañas políticas y promesas irrealizables, pero nada más.Para quienes somos mayores, la idea de que un Gobierno llegara a su fin no sólo marcaba el cambio de ciclo, sino el riesgo de que brotaran de forma muy fea todas las contradicciones económicas que se habían mantenido contenidas durante el sexenio.Se decía que el Presidente que se iba dejaba al país prendido de alfileres y luego llegaba el nuevo Presidente y se los quitaba.El fin de un sexenio, marcaba el fin de seguir maquillando las cosas. Al final, la careta se caía y quedaba al aire el feo rostro de la realidad económica.Así fue en 1976 cuando terminó el Gobierno de Luis Echeverría y las variables del tipo de cambio y de la inflación se fueron por los cielos. En 1982, pasó algo muy similar, pero multiplicado por cien: López Portillo disparó el endeudamiento público alimentado por la esperanza de que el petróleo nos sacaría de pobres y al final otra vez, la inflación y el tipo de cambio por las nubes.En 1987 con un Gobierno en ruinas, Miguel de la Madrid se lanzó a ordenar las finanzas públicas y al final nos quedamos peor: inflación y tipo de cambio sin control.En 1988 el Presidente Salinas se dio a la misión de estabilizar al país y en 1994, parecía que lo había logrado. Al final otra vez, insolventes, el tipo de cambio y la inflación desbordados.Desde el año 2000, México ya no sufre de crisis de fin de sexenio. En 2024, si bien parece que el Gobierno de AMLO echará la casa por la ventana con el peor déficit público en años y con un incremento en la deuda de casi 2 millones de millones de pesos, este Gobierno cerrará sin una crisis económica.Primero porque ahora el tipo de cambio al ser flexible no acumula ningún tipo de presión como antes, y la inflación se ha logrado bajar a niveles mucho más cercanos a la meta del 3 por ciento.Segundo, la deuda sí crece, pero luce controlada porque la economía crecerá un 3 por ciento. Entonces, el endeudamiento como tamaño del PIB no logra rebasar el nivel del 50 por ciento.Quizá lo preocupante no es si habrá o no crisis de final de sexenio como en antaño, sino que el nuevo Gobierno, tendrá restricciones que lo obliguen a enfrentarse a una dolorosa disyuntiva: o recorta el gasto público en sectores vitales, como la inversión pública o busca una reforma fiscal que suba los impuestos.Ambas serán una pesadilla para quien sea la presidenta en 2025.*Académico de la Universidad Panamericana.